El denominado "cine indie" norteamericano ha ofrecido en muchas ocasiones retratos más o menos acertados de seres cuyas características físicas o mentales los engloban en ese grupo de personas (personajes más bien) que conocemos como "freaks".

El obeso adolescente protagonista de "Terri" -estupenda sorpresa, por inesperada- entra de lleno en esta categoría, lo cual le exluye socialmente en su instituto, al que acude en pijama por encontrarse así más comodo... El director de la escuela, un -como siempre- estupendo John C. Reilly, cada vez más imprescindible en este tipo de propuestas, se interesa por él y accede a darle una serie de tutorías personales que le puedan ayudar a integrarse y estar a gusto en su medio escolar.

Así conocerá a otros marginados sociales de su instituto, como el magnífico personaje de Chad, un chaval con desorden de personalidad y que sería una especie de versión adolescente del pequeño salvaje truffautiano (como se puede percibir fácilmente en la mejor secuencia de la película, aquella que sucede en el sótano en el que pasan unas horas Terri, Chad y una tía buena oficial del instituto rechazada por haber quedado sexualmente en evidencia en público), y eso le ayudará a sentirse algo menos rarito.

Pero "Terri" es una película con trampa, de esas rompeprejuicios y antilistillos ("ya sé lo que va a ocurrir y cómo va a ser el tono de toda la película..."), y lo que empieza siendo una comedia más o menos amable (al margen del drama interno que vive el personaje) acaba destrozando en gran parte esta premisa en la citada secuencia, en la que se ponen en evidencia las frustraciones, miedos y anhelos de tres adolescentes a la deriva que podrían ser paradigmáticos de una buena muestra de la chavalería de nuestros días. Estupenda película.