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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Drama Tres delincuentes juveniles llegan a un correccional y quedan bajo la custodia de un veterano guardián. (FILMAFFINITY)
2 de agosto de 2020
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Enola Bale es un correccional para menores de edad ideado por la mente de Kim Chapiron para reflejar el funcionamiento de la sociedad carcelaria desde la inmadurez adolescente, repasando los códigos éticos, el honor, la justicia, la venganza o el castigo, pasando por las estadías emocionales que asolan a cualquier preso desde su entrada. Ángel (Mateo Morales), Butch (Adam Butcher) y Davis (Shane Kippel) son tres jóvenes condenados que ingresan en el correccional de Enola Bale, lugar donde tanto compañeros como guardias no harán agradable sus estancias.

Kim Chapiron, director francés, condecorado con el premio a mejor nuevo director en el Festival de Tribeca por esta película, ya presenta un estilo sólido para manejar la brutalidad en pantalla, con paciencia y ritmo en un guion que permite mostrar una construcción y evolución de sus personajes veraz, así como forja la amistad entre los tres protagonistas entre diálogo y diálogo, gesto y gesto, para conseguir el efecto desconsolador que pretende Dog Pound (La perrera) en cuanto a las personas recluidas en sistemas penitenciarios. El francés se compromete tanto con la justicia judicial como con la justicia callejera, incluso poética, a la hora de realizar un mensaje tan crudo que embarga de frustración e impotencia a los personajes y a nosotros.

El drama carcelario sigue las nociones básicas estructurales, pero Chapiron sabe envolverla bien con una especie de coming-on-age donde los adolescentes, a base de impactos, exploran el verdadero funcionamiento del mundo de delincuencia donde pretendían adentrarse, cercenándose de que es mucho más duro, patético y peligroso de lo que pensaban ufanos. Las jerarquías sociales es un punto en el que incide, enseñándonos la facilidad o casi necesidad que tiene la humanidad de clasificarse en unos estatus de poder donde, en este caso, lo encumbran las figuras de autoridad, los uniformes, basando la desescalada de la pirámide en la ley del más fuerte, la ley de la calle, la ley de la cárcel. Esto por carácter intrínseco se da la mano con el abuso de poder, y cómo este puede ocasionar por presión un colapso en el sistema donde se desequilibra la balanza, ejemplificado en varias ocasiones con Banks (Taylor Poulin) y algunos intendentes.

Chapiron toca todos los caminos negativos por los que pasa un preso, desde asesinatos hasta violaciones, pasando por vejaciones variadas, pero todo desde un punto más sutil y menos brutal de lo acostumbrado, donde la mayor fuerza que huracana los sentimientos expresados es la capacidad que tiene para hacernos olvidar que los personajes son prácticamente niños, y que están en un correccional en lugar de una cárcel, consiguiendo una pérdida de la inocencia bastante representativa en las reacciones por causalidad que mantienen nuestros protagonistas, como el incidente de Butch con Banks. Esto conduce delicadamente el guion en la dirección deseada, en el término de acción y consecuencia, de hecho y represalia, que es como comienza la película mostrándonos a modo de preludio las acciones del trío de criminales, la acción de la delincuencia, y la consecuencia de la parada en el correccional, idea que es una sombra alargada que acosa y oprime a los protagonistas, en mayor o menor medida, por sus andadas en Enola Bale.

Aunque no eluda los clichés típicos del drama carcelario, Chapiron emplea muy bien sus recursos para concebir el hastío, la monotonía y el pesimismo del reo, gracias a estructurar el tiempo de la película en días enteros, donde se nos muestran los hábitos de los personajes en los mismos escenarios, salpicados, obviamente, de sucesos que tienen la suficiente solidez para captar nuestra atención y empatizar con la situación de sus protagonistas, que no con ellos, ya que, aunque estén bien planteados, parecen cascarones vacíos por la poca efusión de sus trasfondos y móviles, siendo el mayor ejemplo de ello Ángel que aunque tenga un peso argumental voluminoso en el último arco, el personaje en sí no nos supone nada trascendental, no nos dice nada por sí mismo. El montaje preciso facilita un ritmo muy grácil donde nuestra residencia en el correccional se pasa en un suspiro al paso que observamos la hostilidad imperante con una iluminación muy lograda que acompaña una banda sonora, formada por sonidos de guitarra, melancólica que consigue manchar de nostalgia las buenas interpretaciones, especialmente la de Adam Butcher.

Me sobran muchos personajes como Max (Slim Twig) y las relaciones familiares a la que Chapiran pretende dar una profundidad que no tienen. Por todo, es una muy buena película que sabe manejar los sentimientos de un preso, así como la introspección que te ofrece la vida al pasar por ciertos baches, condicionada en gran parte por la desesperanza.
Tiggy
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