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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Thriller. Intriga El título que nos ocupa tiene lugar poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando un espía alemán se infiltra en un hotel francés para controlar a sus huéspedes y descubrir si allí tienen lugar reuniones secretas. (FILMAFFINITY)
20 de enero de 2021
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En pleno conflicto militar, más concretamente durante la Segunda Guerra Mundial, tres amigos colaboraron en un noble ejercicio cinematográfico que se desempeña como clara propaganda antinazi donde la búsqueda del bien por encima de todo funciona como motor temático de esta película serie B sobre espionaje y revelación de secretos en la que un alemán y dos ingleses a la dirección, Mutz Greenbaum, Lance Comfort y Victor Hanbury expresan su ferviente lucha contra las ideas genocidas de Hitler. Y qué mejor representante hay de ello que el británico James Mason a la cabeza, definición del inglés por excelencia, al que este tipo de producciones le ayudaron a consolidar una carrera de éxitos desde Reino Unido hasta Estados Unidos.

¿Y por qué digo que no hay nadie mejor, en 1944, para encabezar esta película? Bueno, para ello debo incidir en el contexto histórico de Reino Unido. Desde 1939 hasta su finalización en 1945, y bajo el mandato del bulldog inglés, Winston Churchill, el país cobijado bajo la Union Jack mostró firme disidencia a la megalomanía expansionista de Adolf Hitler. La industria cinematográfica británica, como es obvio, apoyaría este desacuerdo desde los focos. Y se encontró en un casi debutante James Mason la figura idónea para dar cara a un argumento que muestra, en un intencionado segundo plano, el castigo sufrido por los civiles residentes en los países discordantes con la ideología nazi. Transmitiendo la clase, elegancia y firmeza características de un bretón, Mason da vida a Peter Vadassy, un suizo huido de su maltratado país hacia Francia, potencia también en lucha contra los ideales nazis, buscando la nacionalidad y una esperanza de vida en las costas de Tolón. A pesar de la utópica localización escogida para el desarrollo, un multicultural hotel donde todo parece ir bien, la tensión del belicismo consolida la ambientación imprescindible para elaborar este retrato histórico de desconfianza y temor de todos aquellos que tuvieron que huir de sus países. Y en eso, desde luego, este trío de directores está especializado. Por una parte, Hanbury, presente en la Primera Guerra Mundial y, por otra, Greenbaum, germano probablemente fugado del Tercer Reich.

Gracias a esta conseguida ambientación, y una vez puestos en antecedentes, el guion sigue todos los patrones de la novela policiaca del s. XX donde debemos, junto al protagonista, descubrir al impostor dentro de un grupo de personajes, en este caso, al espía nazi. Para ello, se genera el nudo de una forma lógicamente acelerada donde el protagonista es incapaz de rehuir del problema, una acusación de espionaje, presentando ligeramente una camarilla de secundarios cada cuál más sospechoso. El carácter multicultural de este grupo es un recurso imprescindible para reforzar la ambientación de la que antes hablaba. Alemanes, franceses o ingleses desconocidos entre sí se reúnen en medio de una tormenta de balas que asola occidente, pero, ¿con qué objetivo? Gracias a esto, los puntos de tensión siguen un carácter deductivo dentro del contexto histórico, recayendo en aquellos de nacionalidades generalmente afines al régimen fascista, para revestir con aun más recelo la personalidad detectivesca de la cinta aportando más profundidad a las acciones de sus personajes y, más importante, contrastándolas con la situación de Europa ya que, ¿quién es más sospechoso? ¿Una pareja de alemanes de luna de miel, un alemán que dice ser inglés o un suizo acusado de espionaje por la policía, como Vadassy?

Gracias a la simpleza del guion, fácil de seguir, el mensaje de los directores se entiende tan bien mientras es compaginado con el género detectivesco transcurrido en, prácticamente, un set que por razones de presupuesto no puede dar tanto de sí como otras grandes obras maestras de la misma rama. Pero esto no impide llevar a cabo brillantes ideas, generalmente, cuando la acción se traslada a otros escenarios. Es inevitable mencionar, cuando aún se está planteando el argumento, el plano picado empleado durante la reclusión de Vadassy en la celda de la comisaría que, jugando con la perspectiva, transmite la impotencia y soledad del hombre inocente maltratado por las circunstancias a través de los barrotes de la ventana del calabozo, en la que la iluminación es la encargada de hacer las preguntas, fragmentándose en líneas de claros y oscuros para sostener el momento de dualidad que se nos plantea, y el juicio momentáneo al que se somete el espectador acerca de la culpabilidad de Vadassy, recurso que sería reciclado en el nudo con las mismas intenciones y que fue perfeccionado hasta el extremo, con mucha mayor complejidad, por Bernardo Bertolucci en El conformista (1970), muy recurrentes también por directores de la época como Jacques Tourneur. Esto, obviamente, se rompe a los segundos con un trávelin dorsal que sigue sosteniendo el picado, pero que reubica la acción a la antesala donde nuestro protagonista es interrogado con el objetivo de solventar dudas y así poder seguir razonablemente el argumento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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