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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
8
Animación. Fantástico. Drama Birdboy y Dinki son dos amigos que luchan por no enfrentarse a la realidad en la que viven. Como exploradores que son, albergan la esperanza de encontrar un lugar mejor en el que vivir, pues la isla donde viven ya no es lo que era debido a un accidente industrial, y el aire que se respira es asfixiante... Adaptación cinematográfica animada de la novela gráfica homónima de Alberto Vázquez. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca había visto una película que si quiera se le acerque ni en contenido ni en formas. Con un apartado artístico único y basado en la novela gráfica de Alberto Vázquez, que la codirige con Pedro Rivero, la ganadora del Goya a mejor película de animación es un remolino de crítica social que toca tantos temas como su corta duración se lo permite (76 minutos), siendo el epicentro y originario de todos la contaminación, la autodestrucción del medioambiente con la que nos flagelamos el espíritu y, de forma colateral, nos carcome poco a poco nuestras entrañas. Psiconautas, los niños olvidados es una pieza de animación para adultos que elude los estereotipos de este tipo de cine para acercarnos una macabra fábula en la que sus animales nos advierten, como sinónimo de la humanidad, del peligro que conlleva el maltrato sistemático que estamos haciendo hacia lo que nos da cobijo y no nos pertenece, hacia la madre de todos, hacia la Tierra. Birdboy es un chico pájaro marginado de la sociedad y acosado por unos monstruos interiores que solo puede fustigar mediante el consumo de drogas. Su persecución en un mundo devastado por un cataclismo industrial es unida con tres chicos, también marginales, que buscan ante todo salir de la podredumbre cruel de su hogar con el objeto de ser felices. La epopeya alcanzará niveles tan retorcidos como la vida misma en su búsqueda de la felicidad, ligada a un deseo de libertad y paz incorruptibles.

Con un presupuesto ínfimo, los directores consiguen acercar esta humanística y única cinta a numerosos festivales europeos por la virguería que entraña un mensaje tan necesario en estos tiempos como un apartado artístico delicioso, tomados directamente de la novela gráfica homónima. El tono pesimista y harto oscuro que transmite inspira el terror real, refleja la aspiración humana hacia el control de la naturaleza que expira en una espiral de desdichas afectantes para lo que es nuestra casa, desembocando en nuestros estados mentales, en nuestro nivel de felicidad y en nuestras vidas. Desde contaminación medioambiental hasta acoso escolar, apatía, asesinato, abuso de la autoridad, contrabando, depresión, drogadicción, esquizofrenia, sometimiento… por todo ello pasan, de una manera más o menos extensa, nuestros protagonistas tutelados por las sentidas manos de Alberto Vázquez y Pedro Rivero. La triste elegía hacia la pérdida de la inocencia, hacia la pérdida de la esencia vital, de lo que nos mantiene con vida ya que, aunque vivamos, no todo lo que tiene un cuerpo está vivo. La sociedad, cada vez más apartada del altruismo y próxima al individualismo, se retrata con crudeza en la distopía de la película, consiguiendo hacernos reflexionar de hasta dónde seremos capaces de llegar con el gen egoísta que, generacionalmente, va adquiriendo más autoridad respecto a aquello que nos diferencia de la condición animal. Definitivamente, es una película exclusiva para un público adulto que mezcla lo maquiavélico de una visión retorcida del mundo con la realidad en ciernes sobre nuestra especie, en la que el surrealismo se da la mano con el mundo real para hacernos, para nuestro remordimiento, una pregunta retórica con un impacto brutal: ¿qué estamos haciendo?

La depresión compasiva que los directores usan para sazonar su intenso drama cabalga en el sentimiento iracundo de una posible redención humana, muy desesperanzada, pero necesaria para que la evolución continúe. Hay más terror que fantasía, ya que cuando la fantasía bate sus alas adopta formas monstruosas y surrealistas cómplices directamente de la inclemente crítica al consumo de drogas, responsable del sufrimiento por una etérea brisa de bonanza casi imperceptible. El estilismo que los directores acogen en la dirección no hacen más que reafirmar ese pavor horrendo que quiere transmitirse, mediante planos/contraplanos característicos en el cine del género hasta una apartado tanto musical como visual gracias al cual nos acercamos a una atmósfera familiar, temerosos por darnos de bruces con una realidad que amenaza la sociedad, pero curiosos por el morbo del regocijo en lo macabro, como el curioso caso de Zacarías (Jon Goiri) y su madre (Nuria Marín) hasta el colectivo marginal de ratones que dan nombre al filme. El componente de aventura funciona a las mil maravillas a través de las líneas paralelas que conforman la estructura narrativa de la película, sabiendo unir en el momento clave la desoladora e infructuosa misión de Birdboy con el imperativo deseo de Dinki (Andrea Alzuri), Sandra (Eva Ojanguren) y Zorrito (Josu Cubero) de encontrar la dicha cueste lo que cueste. Ello está compenetrado con el romance, el querer desinteresado y recíproco que procesan Birdboy y Dinki, un amor impecable y natural que es la semilla de la vida y que sucede a raíz de la incomprensión social que sufren ambos personajes. Siendo sincero, es probablemente la mejor mezcla de géneros vista en una película de animación para adultos tan singular y con una duración tan raquítica.

La industrialización y falta de conciencia con la naturaleza es el principal motor de putrefacción humana, y las consecuencias que ello tiene. Por eso, los directores no escatiman en mostrar de forma desagradable el consumo de drogas (como el primer plano donde Birdboy lame compulsivo un poco de cocaína), los malos viajes que esta produce (aprovechados para hacer flashforward que anticipa nudos del argumento, como el que sucede al epílogo) o temas tabúes como la muerte. La diferenciación entre humanos y el resto de seres vivos es la consciencia, concepto muy presente pero que su representación no tiene mucho sentido en el argumento más que para reforzar la bondad de Zorrito. Se da vida, capacidad de pensar, moralidad y trasfondo a objetos inanimados como un reloj, Señor Reloggio (Josu Varela) o un flotador, Pato Hinchable (Jon Goiri), algo que no me termina de cuadrar en la historia, ya que en lo poco que aporta son desechados esos personajes para abrir nuevos nudos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tiggy
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