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Voto de Gilbert:
3
7,6
2.772
Drama. Romance
Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, ... [+]
1 de diciembre de 2011
20 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las vidas reales suelen ser tan sosas que el cine tiende a salpimentar los guiones con sucesos inventados e historias románticas que nunca ocurrieron. Lo entiendo, y no me importa. No veo películas para aprender historia. El problema es que la vida de la reina Cristina de Suecia es mucho más apasionante de lo inventado aquí. Pero ay claro, sin romance no hay pimienta, y si no hay pimienta no hay película.
Aquí la pimienta es un tal conde de Pimentel, interpretado por John Gilbert, que con ese apellido no es de extrañar que haga el más espantoso de los ridículos. Para muestra un botón: el botón del spoiler.
Así que tenemos una historia romanticoide almibarada, de caretos bobalicones y besos de labios prietos. Sólo se la recomendaría a una persona: al príncipe Felipe.
La mitificación de esta ñoñería se debe sin duda al mito, valga la redundancia (de pequeño creía que se decía "rebuznancia", palabrejo más apropiado). O sea a la Garbo. Por favor, seamos sinceros de una puñetera vez: la Garbo era un petardo.
Ante el mito, vomito.
Aquí la pimienta es un tal conde de Pimentel, interpretado por John Gilbert, que con ese apellido no es de extrañar que haga el más espantoso de los ridículos. Para muestra un botón: el botón del spoiler.
Así que tenemos una historia romanticoide almibarada, de caretos bobalicones y besos de labios prietos. Sólo se la recomendaría a una persona: al príncipe Felipe.
La mitificación de esta ñoñería se debe sin duda al mito, valga la redundancia (de pequeño creía que se decía "rebuznancia", palabrejo más apropiado). O sea a la Garbo. Por favor, seamos sinceros de una puñetera vez: la Garbo era un petardo.
Ante el mito, vomito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Resulta que la reina conoce casualmente por los parajes escandinavos al susodicho conde español. Éste la toma por un muchacho, con cincel. ¿Acaso va disfrazada la Garbo? No. Van a parar, cada uno por su cuenta y poco riesgo, a una posada. El conde ibérico le toma simpatía al "muchacho". ¿Acaso el conde es mariposón? No. Por un absurdo lance han de compartír habitación. El conde se quita tanta ropa para acostarse como permite una película de los años 30, o sea poca. La andrógina Garbo sólo se quita la casaca, y se adivinan melones bajo la blusa. El conde se enamora instantáneamente.
Entiendo que a los heterosexuales les gusten las mujeres. Entiendo que a los homosexuales les gusten los hombres. Pero siempre me he preguntado a quién puede gustarle los travelos. ¿A alguien que le vaya en un pack melones y cincel? Ya tengo la respuesta: al conde de Pimentel. Nunca un título nobiliario estuvo mejor concedido.
Entiendo que a los heterosexuales les gusten las mujeres. Entiendo que a los homosexuales les gusten los hombres. Pero siempre me he preguntado a quién puede gustarle los travelos. ¿A alguien que le vaya en un pack melones y cincel? Ya tengo la respuesta: al conde de Pimentel. Nunca un título nobiliario estuvo mejor concedido.