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Voto de Tony Montana:
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Aventuras
Danny Dravot y Peachy Carnehan, dos aventureros que viajan a la India en 1880, sobreviven gracias al contrabando de armas y otras mercancías. Un día, deciden hacer fortuna en el legendario reino de Kafiristán. Después de un durísimo viaje a través del Himalaya, alcanzan su meta justo a tiempo para hacer uso de su experiencia en el combate y salvar a un pueblo de sus asaltantes. Está inspirada en un relato de Kipling. (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2008
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Huston quizás no esté en el Olimpo de los grandes, y eso se debe a la extraña manía de hacer una película inolvidable para darnos luego una cinta que lo que más rápido querías hacer era olvidarla. En su obra destacan tres elementos por encima de todos: fue el primero que retrató historias de perdedores en el cine, y eso lo mantuvo a lo largo de toda su carrera, retrató la ambición por encima de todas las cosas, y fue uno de los románticos incorruptibles de este arte, demostrándolo en su canto de cisne, ese poema desgarrador y viviente que es Dublineses. Siempre quiso que esos perdedores tuvieran una oportunidad de hacer algo grande, donde radiografió la palabra ambición, algo que entronca directamente con esa obra cumbre del género de aventuras y épico llamada El hombre que pudo reinar, una muestra de, por decirlo vulgarmente, ese cine que ya no se hace, esas grandes epopeyas clásicas que se han perdido y que sólo se rescatan con Indiana Jones, y la muestra de que Huston era el último adalid del romanticismo artístico que quedaba vivo en Hollywood. Es una de esas escasas obras donde todo está tratado con tanto cariño, alejado de cualquier condescendencia, que al final no puedes optar más que por rendirte ante la evidencia y alabar esta muestra de cine clásico hecha en una época rupturista, donde demostró ser un maestro del viejo establishment en una época donde los niños de Corman, la blaxploitation y el cine político tomaban las salas.
Pero Huston, al igual que Ford, fue otro grandísimo borracho charlatán, y por ello era el más indicado para contar una historia de estas características, donde la épica se mezclaba con la comedia y los sueños ante lo desconocido, como si de un mero cuento para niños se tratara. Esos dos pillastres carismáticos y simpáticos, más pícaros y burlones que malintencionados, magistralmente interpretados por Connery y Caine, son el alma de este cuento en el que el director sabe bien cuales son los fallos y cuales las virtudes del guión, y aprovecha los primeros para hacer que todo avance. ¿Tenemos historia inverosímil? Pues la desarrollamos como una fábula, buscamos la justificación más sencilla para poder proseguir con esta grandísima mentira y pegar al espectador. La inverosimilitud es una ciencia si se sabe aprovechar, y de ello sabía algo Huston. Construyendo una película de sensaciones, de despertar al espectador más que de buscar un retrato llamémosle científico de la época colonial, el realizador consigue que de nuevo entremos en esos parajes de ensueño, de supersticiones y enormes tesoros, de mitos que vuelven a la vida. Pero sobre todo es la mejor muestra de ese cine de perdedores que siempre ha primado en el cine, en el que el destino siempre paga a los que no juegan limpio, caso de Peachy y Dravot, leales sólo a la amistad y aquello que respetan, caso de la masonería y sus compañeros de logia. Pocas veces se vio tantísima química entre dos actores en una pantalla de cine.
Pero Huston, al igual que Ford, fue otro grandísimo borracho charlatán, y por ello era el más indicado para contar una historia de estas características, donde la épica se mezclaba con la comedia y los sueños ante lo desconocido, como si de un mero cuento para niños se tratara. Esos dos pillastres carismáticos y simpáticos, más pícaros y burlones que malintencionados, magistralmente interpretados por Connery y Caine, son el alma de este cuento en el que el director sabe bien cuales son los fallos y cuales las virtudes del guión, y aprovecha los primeros para hacer que todo avance. ¿Tenemos historia inverosímil? Pues la desarrollamos como una fábula, buscamos la justificación más sencilla para poder proseguir con esta grandísima mentira y pegar al espectador. La inverosimilitud es una ciencia si se sabe aprovechar, y de ello sabía algo Huston. Construyendo una película de sensaciones, de despertar al espectador más que de buscar un retrato llamémosle científico de la época colonial, el realizador consigue que de nuevo entremos en esos parajes de ensueño, de supersticiones y enormes tesoros, de mitos que vuelven a la vida. Pero sobre todo es la mejor muestra de ese cine de perdedores que siempre ha primado en el cine, en el que el destino siempre paga a los que no juegan limpio, caso de Peachy y Dravot, leales sólo a la amistad y aquello que respetan, caso de la masonería y sus compañeros de logia. Pocas veces se vio tantísima química entre dos actores en una pantalla de cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es la lealtad aquello que los mueve realmente, desde ese ridículo contrato legal a la vista de los dos pícaros hasta las consecuencias de la amistad, porque aquí no estamos ante el oscurantismo de otros grandes títulos de Huston, nos hallamos ante dos protagonistas de ideas totalmente puras, que, más allá de su ambición, jamás traicionan ni rompen pactos, y es lo que separa esta cinta del resto del género aventurero contemporáneo, ya que más allá de todo lo que se hable y se cuente en ella, esa idea de la lealtad más ferrea es la que prevalece en el hombre, desde el amanecer hasta el crepúsculo. Pero sobre todo es la mejor muestra de ese cine de perdedores, ese ascenso y caída que siempre ha primado en el cine, con el que el detino siempre premia a los que no juegan limpio, caso de Peachy y Dravot, leales sólo a la amistad y aquello que respetan, caso de la masonería y sus compañeros de logia. Pocas veces se vio tantísima química entre dos actores en una pantalla de cine.
Huston supo convertir Marruecos en la India más verosímil que jamás se haya visto, y supo construir de la nada un Kafiristán latente y vivo como si de una auténtica nación con su propia idiosincrasía e historia se tratara. Pero también supo meter su buena dosis de incorrección política y encontró la manera de hacer ver al espectador cómo el hombre blanco, personificado aquí en los ingleses, lo más cercano a ser un dios en palabras del gran Michael Caine, se consideran todopoderosos en la lucha contra los incivilizados, teocéntricos y supersticiosos pueblos indómitos, movidos por la codicia y la ambición, y al final acaban cayendo por su propio peso. Todos los elementos, como la opulencia visual, la escasa inteligencia de los kafires, o la resolución de la historia, hacen que pueda considerarse a esta maravillosa cinta como una parodia del género aventurero, extendiendo el relato Kipling hasta convertirlo en una sagaz burla ante todo lo que representa el estado, la realeza y las deidades. Además, todo gran género debe saber reírse de sí mismo, y lo más importante, emocionar al espectador, y la historia alcanza un clímax asombroso en esa extraña mezcla que ideó el realizador recordando sus reminiscencias irlandesas, utilizando el Minstrel Boy, canción tradicional del país del trébol, como tema principal de la película y, mezclándolo con la letra The song of God goes forth to war, que Connery canta con Caine momentos antes de asumir su destino tras haber querido suplantar la identidad de un Rey y de un Dios. Es el resumen más visceral e idealizado de todo el género de aventuras, a caballo entre el clasicismo hoollywodiense y el desencanto posterior del género de aventuras que se cuestionaba la bondad del héroe, el revisionismo basado en la idea más primigenia de las aventuras, que tan de moda se puso a partir de este momento, y todo gracias a la genial inventiva de un hombre. Tú sí que eres Sikander, Huston.
Huston supo convertir Marruecos en la India más verosímil que jamás se haya visto, y supo construir de la nada un Kafiristán latente y vivo como si de una auténtica nación con su propia idiosincrasía e historia se tratara. Pero también supo meter su buena dosis de incorrección política y encontró la manera de hacer ver al espectador cómo el hombre blanco, personificado aquí en los ingleses, lo más cercano a ser un dios en palabras del gran Michael Caine, se consideran todopoderosos en la lucha contra los incivilizados, teocéntricos y supersticiosos pueblos indómitos, movidos por la codicia y la ambición, y al final acaban cayendo por su propio peso. Todos los elementos, como la opulencia visual, la escasa inteligencia de los kafires, o la resolución de la historia, hacen que pueda considerarse a esta maravillosa cinta como una parodia del género aventurero, extendiendo el relato Kipling hasta convertirlo en una sagaz burla ante todo lo que representa el estado, la realeza y las deidades. Además, todo gran género debe saber reírse de sí mismo, y lo más importante, emocionar al espectador, y la historia alcanza un clímax asombroso en esa extraña mezcla que ideó el realizador recordando sus reminiscencias irlandesas, utilizando el Minstrel Boy, canción tradicional del país del trébol, como tema principal de la película y, mezclándolo con la letra The song of God goes forth to war, que Connery canta con Caine momentos antes de asumir su destino tras haber querido suplantar la identidad de un Rey y de un Dios. Es el resumen más visceral e idealizado de todo el género de aventuras, a caballo entre el clasicismo hoollywodiense y el desencanto posterior del género de aventuras que se cuestionaba la bondad del héroe, el revisionismo basado en la idea más primigenia de las aventuras, que tan de moda se puso a partir de este momento, y todo gracias a la genial inventiva de un hombre. Tú sí que eres Sikander, Huston.