Simplemente pasable ejercicio de suspense y terror psicológico con el drama de la enfermedad mental de fondo. Un esquizofrénico con nulas dotes sociales trata de acallar las voces que oye en su cabeza componiendo música electrónica, y en estas conoce a una chica que le atrae. Pero las voces le incitan a actuar de una manera no muy cortés.

Al principio la trama se sostiene, aunque el problema del actor principal se arrastra durante todo el metraje, ya que ni su caracterización ni su interpretación están a la altura. Demasiado ausente e impertérrito. Se juega con cierto trauma infantil como detonante de la enfermedad a pesar de que no es la mayor causa de la esquizofrenia, siendo este el trastorno genético. Pero como recurso narrativo de impacto intenta jugar su papel, con no demasiado éxito, volviendose una subtrama con poco interés y mal desarrollada.

El giro final, tras una resolución alarmantemente falta de tensión a tenor de como se resuelve, se ve venir a poco que uno esté levemente atento, así que no serán muchos a los que pille por sorpresa. Se queda por debajo de la más reciente Daniel Isn't Real (2019) en prácticamente todos los aspectos.