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Voto de Felipe Critic:
6
Drama Marcos, un retraído guardabosques, ve colapsar el frágil equilibrio que había conseguido en el aislamiento de un parque natural, al llegar una pareja de biólogos que investigan una extraña mortandad de animales. Cuando el deseo por la mujer se hace incontrolable y a medida que la mortandad se hace más y más grande, el monstruo de siete cabezas que Marcos intentaba controlar vuelve a despertar y el Apocalipsis narrado en la Biblia ... [+]
9 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No todas las bestias tienen siete cabezas, diez cuernos y permanecen refugiadas en las sombras. Jaime Osorio, una aguerrida y provocativa mente, estrena su más perturbadora y arriesgada película hasta la fecha, una que actúa como esperanzador recordatorio a su país, anunciando que con poco capital, como se acostumbra en Colombia en lo referente al cine, pero con fascinante vehemencia y respeto hacia el arte, se puede llegar incluso más lejos de lo que se imagina.

Con tan solo dos producciones audiovisuales a su crédito, una serie de televisión (“El Laberinto”) y un largometraje (“El Páramo”), el cineasta caleño arriba por segunda vez al mercado cinematográfico, escribiendo y dirigiendo— ya una tradición —, de la mano de un ambicioso proyecto que coquetea con el género del horror al tiempo que se mete de cabeza en un psicológico lance por el insano diario vivir de Marcos, un retirado y funesto guardabosques, un ermitaño hombre que comparte sus días con aguosos frailejones, gélidas lagunas y una devastadora epidemia que está exterminando la vida silvestre que se refocila en la floresta. Ante tan arrasadora peste, la comunidad demanda la presencia de profesionales en los terrenos con el fin de zanjar con lo que sea que este provocando el deceso de aves, mamíferos, anfibios y reptiles. Horas después, una pareja de biólogos (ornitólogos), quienes están a la espera de la llegada de su bebe, arriban al lugar en orden de erradicar el fatídico e inexplicable fenómeno, sin embargo, una historia de salvación se verá trastocada en una horrífica parábola a expensas de Ramiro, un Monstruo de Siete Cabezas que ha encontrado alimento divino en un recién nacido.

De acuerdo a los niveles de realización cinematográfica en Colombia, el filme sorprende gratamente. Director y equipo artístico alejan el relato de su zona de confort para implantarlo en un escenario húmedo y siniestro semejante al clima narrativo, con la asistencia del director de fotografía de “The Embrace of the Serpent”, David Gallego. Aquí, las locaciones, haciendo énfasis en el páramo, se convierten en órganos vitales por medio de su bien lograda inquietud, tenebrosidad y perplejidad. Por lo que se refiere a las tomas posadas sobre los personajes, llevaron mi desesperación a límites inimaginables con la constante e infernal cámara temblorosa, generalmente, en fragmentos en donde el personaje se desplaza a lo largo de un área específica. La cámara, literalmente, se sacude al punto que extravía por completo el centro de atención de la escena. Es entendible que deseara generar un tipo de cercanía y tribulación para simbolizar el voluble estado de ánimo del personaje, sin embargo, exuda poca delicadeza y elegancia en el proceso de obtención de este difícil efecto. No obstante, cuando la cámara permanece estática enfocando algo o alguien es donde, verdaderamente, se aprecia su más digna gloria visual, bien sea en el aliento escarlata que brota de las llamas que embriagan la flora, las elucubraciones de un hombre que se observa en un espejo impávido y asqueado de lo que ve y siente. En virtud de que en el cine nacional no es muy común contemplar el empleo de efectos digitales, es digno de congratular el trabajo de edición en las imágenes de importancia fundamental para la trama, las cuales, evidentemente, no podían ser llevadas a cabo mediante las técnicas de la vieja escuela, poco a poco, nos afiliamos a los métodos en vanguardia, sin marginar aquel toque que inherentemente proporcionaba una buena historia, un creativo director y unos dotados actores. Otra de las cajitas de sorpresas resulta ser el apartado sonoro, que concibe una sobresaliente banda sonora propia que se nutre de resonancias, chillidos y melodías con instrumentos de cuerda en son de embellecer de delicioso suspenso las imágenes, que, por si solas, ya congestionan. No queda más que decir que Camilo Sanabria ha compuesto uno de los mejores soundtracks colombianos que he escuchado a día de hoy, aunque, hay que aceptarlo, no tiene demasiada competencia.

Desde el principio, la trama se posa sobre los hombros Alexander Betancur, un actor que minimiza cualquier manera de comunicación fónica para concentrar su fortaleza actoral en los gestos, las miradas y las reacciones corporales de un guardabosque austero, mustio y hermético. Al igual que sus compañeros intérpretes, hay momentos en los que caen en la risible sobreactuación o por el contrario, se sienten demasiado toscos e inexpresivos con líneas que son terriblemente parafraseadas, sin embargo, el actor protagonista es quien mejor librado sale de este áspero viaje interpretativo, por medio del papel perfecto para alcanzar una señal más amplia en el radar de talentos, ojalá, consiga lo que se merece.

Considerado como el segundo largometraje que Jaime Osorio Márquez dirige y escribe, la obra posterior a su opera prima supera a leguas su proyecto previo, “Siete Cabezas” es un importante y encomiable progreso, en todo el sentido de la palabra, tanto para la filmografía del realizador como del país. Pese a que guarda suficiente originalidad y se mantiene firme y fuerte dentro del género del thriller psicológico, lo más aplaudible de esta cinta de habla no inglesa es su arriesgada personalidad, irrumpe y rompe cualquier tabú de cine latinoamericano, exhibiendo fusilamientos, violaciones y asesinatos con una cámara fija y permanente, no maquillando absolutamente nada de la intensa incertidumbre que la historia misma propone, del mismo modo, recibe un valor agregado la naturaleza de su origen, manufacturado en mi país, ya que pese a que no ostentara grandes sumas de dinero, recibirá el respeto y significado de jóvenes visionarios como yo que creen en el potencial de su tierra para el cine o cualquier tipo de arte. No en todas las ocasiones, cine Colombiano no es sinónimo de medianía y aburrición, es sinónimo subyacente de potencial inutilizado y complejidad argumental.
Felipe Critic
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