Esta película, como bien se ha comentado en otras críticas, desprende un olorcillo típicamente ochentero a pesar de ser del año 95. Pero esto no tiene porqué significar que sea mala, es más, diría que incluso crea un efecto contrario. Evidentemente, y como suele pasar en las obras de Carpenter, no cuenta con un amplio presupuesto, algo que se deja notar en algunos apartados como los efectos especiales.

Alejándonos pues de efectismos, Carpenter consigue, para variar, una magnífica ambientación, muy al estilo de otras clásicas obras suyas, introduciéndonos poco a poco y casi desde el comienzo en una intrigante y malsana atmósfera en la que repentinamente comienzan a sucederse una serie de momentos realmente escalofriantes que consiguen poner los pelos como escarpias. Llegado este momento de clímax de terror, más o menos a mitad de película, pensaba que estaba ante una excelente película del género y, que yo recordase, probalemente la mejor de la década de los 90, tanto de Carpenter (que hasta la actualidad no ha vuelto a hacer ninguna tan relevante)como del terror en general. Pero este momento de clímax no es sino un punto de inflexión, a partir del cual el film entra en una suave decaída, pues algunos momentos ciertamentes brillantes son acompañados de situaciones algo incoherentes y forzadas que pueden hacer la historia algo incomprensible y caótica.

A Sam Neill nunca lo he considerado un actorazo, pero creo que cumple bastante bien en este papel, rodeado de secundarios poco relevantes y un Charlton Heston casi imperceptible.

En definitiva, no creo que sea la mejor película de este (a mi entender) brillante director, pero si es muy destacable en algunos momentos, sobretodo la primera parte del film. Además, resulta muy ágil y, como ya he dicho, con situaciones que hacen entender el porqué a este género se le llama terror, algo que últimamente no se consigue con mucha habitualidad.