En realidad el título de mi crítica no es más que una intuición, porque la sipnosis de la película no tiene mucho que ver con lo que observamos en la pantalla... Ya que el señor Poper, interpretado por un desganado Jim Carrey -algo que se nota al lejos, solo hay que ver su continua cara de pena destacada aún más por las arrugas- vive en Nueva York. "¡Qué novedad!" Pensarán algunos.

La película trata sobre un señor que trabaja en una superinmobiliaria que se tira el día especulando hasta que le llegan a su casa unas cajas que contienen unos pingüinos de los que no sabrá cómo deshacerse, por lo que tendrá que quedárselos y finálmente les acabará cogiéndo cariño. "¡Qué novedad!" Pensarán otros. Además, ¡la película carece de rigor científico! Es broma. Parezco demasiado cruel con una película infantil, pero es que vaya, tenemos por ahí películas de animación más respetuosas con la inteligencia de los niños, como las de Pixar o Illumination Entertainment...

Es como la típica película que ponen en la tele cuando se acercan estas fechas navideñas. Ahora que lo pienso, acabo de dar con la clave de por qué aumentan los suicidios en diciembre y comienzos de ereno...

Una película para pasar el rato pero que no aporta nada más que chorradas. Soy consciente de que una historia sobre un tipo acompañado de un montón de pingúinos no da para mucho... Pero ahí tenemos una película que trata sobre un viejo con una casa flotando gracias a unos globos y nadie dice nada.

Lo mejor de esta película es sin duda descubrir que Angela Lansbury sigue con vida.