Sekal debe morir, título, especie de mantra y leiv motiv de una historia con momentos extraordinarios.
Fotografiada con enorme belleza, radiante como un campo de girasoles, la luz del lugar es prodigiosa, como un cuadro de Van Gogh y está captada con inusitada fuerza.
La escena de la pelea en la taberna da una idea del calibre visual de la película, vigorosa.
Con ritmo pausado y eficaz va desgranando las miserias de una comunidad que tiene mucho que esconder y de lo que avergonzarse.
Avanzando el metraje puede ser que cambies tu primera percepción de esta aldea y sus aldeanos.
El ritmo sostenido entre acción y desvelar situaciones, da consistencia y te engancha enseguida, la trama está dosificada con habilidad y la tensión dramática in crescendo.
Creo que con un segundo visionado gana más todavía.
El tema religioso ondea, cruza, surca, atraviesa a los aldeanos desde la médula al escroto y es el mayor acierto, a mí modo de ver de la historia:
Reflejar el influjo religioso de sus habitantes por sus acciones y como moldea sus pensamientos y lo que son.
Así como detestan lo diferente y no lo admiten, una intrasigencia que raya en el fanatismo.
Grato descubrimiento, creo que da mucho juego esta sencilla historia.