Obra mayor de madurez con la que el director hace cumbre en su carrera, demostrando que el drama histórico religioso saca lo mejor de él, incluso por encima de las más populares sobre mafia, inferiores a mi entender por lo mefítico de sus personajes. Consigue algo que sólo había conseguido a mi entender con Taxi-Driver , la última tentación, y alguna otra, que es esa conjunción entre lo técnico y lo creativo que elevan una peli por encima del producto industrial para hacerla arte mayor. El reflejo de la sociedad japonesa y sus códigos de poder feudal en contraposición con la fe, o incluso fanatismo jesuita se conforman como un contraste entre el bien y el mal.