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España España · Madrid
Voto de Mogwai:
8
Drama Luis (Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia (Lucía Pollán), una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados "Mágical Girl Yukiko". El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven casada que sufre ... [+]
22 de junio de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leía hace poco en la crítica de cierta película mítica de Ingmar Bergman que hay cineastas que cuentan y cineastas que dicen. Algo tan simple y evidente y aun así tan desconocido por buena parte del público. La dictadura de la literatura, lo llamo yo (esta vez sin copiarle el término a nadie). Hay gente que lo primero que hace al plantarse delante de un cuadro es preguntarse “qué significa” antes de mirarlo, o que no disfruta de determinada música (no olvidemos, la disciplina artística abstracta por excelencia) porque no la “entiende”. Y claro, “una buena película es la que cuenta una buena historia”. Ese axioma que automáticamente obvia cualquier otro tipo de cine cuya ambición no sea contar una historia. De forma linear, clara y cerrada, por supuesto, como un buen best-seller. Que es lo primero que se le pasa a uno por la cabeza cuando lee a alguien evidencia los puntos negativos de Magical Girl basándose en la falta de verosimilitud, en la poca lógica de algunas situaciones y en la falta de claridad y de coherencia (i.e. falta de escena final en la que el prota mira a cámara mientras empiezan a repetirse escenas clave de la película desde otro punto de vista para explicarnos de forma pedagógica e inequívoca la trama y el sentido de todo). Cuando uno busca en una obra algo que no hay y no lo encuentra acaba considerando que es la obra, y no su punto de vista, lo que falla.

Mundo. Demonio. Carne. Los tres enemigos del alma. Aquellos que acechan al hombre para atraerle al lado tenebroso y separarle de dios. Quizás los títulos de los tres capítulos traigan algo más de luz sobre el sentido (que no significado) de esta película realmente insólita y un tanto incomprendida. Vermut brilla en su representación de un mundo sórdido y desesperado, fruto de un modelo de sociedad en quiebra en que los individuos acaban perdiendo su sentido de la realidad y de la consecuencia de sus actos. En tres capítulos, con tres historias paralelas, logra transmitir esa sensación de podredumbre, de egoísmo (ni la pobre niña parece salvarse de un entorno en que todo el mundo quiere algo), de desesperación ante la falta de respuestas fáciles para poder seguir adelante. También de desorientación, de ese miedo que nos bloquea al vernos en situaciones excepcionales ante las cuales realmente no sabemos qué hacer, que nos lleva a reacciones extremas, pero también incomprensibles, inesperadas y absurdas.

Mundo. Demonio. Carne. Que por supuesto es también el título de un disco de Los Brincos. Reconozco que se me escapó la risa al ver el segundo rótulo a mitad de película y, en mi condición de desconocimiento ateo del concepto del párrafo anterior, lo identifiqué automáticamente con el grupo de pop cañí más brillante de los 60. Porque sí, hay mucho humor en Magical Girl, detalle que también parece escaparse de la mayoría de las críticas. Eso sí, humor negro, negrísimo, lacónico y absurdo. Sí que aciertan los que ven aquí un cierto paralelismo con las películas de Aki Kaurismäki; como nuestro rockabilly finlandés favorito, Vermut no está interesado tanto en representar la realidad como en crear una propia, absurda y grotesca pero profundamente coherente con sus principios (a las películas no hay que exigirlas verosimilitud por defecto, hay que exigirles coherencia interna) como forma para transmitir sus impresiones vitales.

Aunque si hay una comparación a coladero es sin duda con Luis Buñuel, especialmente en su etapa mejicana, esa en la que los dramas se le volvían cómicos y las comedias acababan estremeciendo. No es casualidad que Diamond Flash, el primer largo de Vermut, tuviese la etiqueta “surrealismo” al final de la ristra de géneros en que la clasificaban. Magical Girl ha perdido la etiqueta pero sólo aparentemente; aunque tampoco hay nada aquí que puede denominarse estrictamente surrealista, Vermut usa sus principios: sugerir y transmitir en lugar de contar. Y lo que sugiere y transmite Magical Girl es la visión de Vermut sobre esta sociedad, una sociedad extraña y turbia, atormentada y sádica, atada por lazos de sometimiento interno que poco a poco van socavando nuestra alma hasta convertirnos en peones sin conciencia. Y, por supuesto, profundamente absurda. Y lo hace de una forma poderosa, apabullante a veces en su sencillez y con un perfecto manejo de los recursos cinematográficos. Magical Girl no es una buena historia; es mejor. Una obra realmente insólita, incomprendida y absorbente. Si, al final, dos más dos siguen siendo cuatro.
Mogwai
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