Pocos directores conozco con una dependencia tan evidente de sus guionistas. Si repasamos la filmografía de Ripstein podemos creerlo capaz de lo mejor (En el lugar sin límites, Principio y fin,...) y de lo peor (El coronel no tiene quien le escriba o la propia La virgen de la Lujuria). Pero analizando caso por caso, me inclino por pensar que los méritos de unas se centran en las virtudes de guiones excelentes mientras que los defectos de las segundas pasan por guiones mediocres sobre los que es imposible sostenerse.

La idea de La virgen de la lujuria es atractiva, pero iniciado el metraje no hay ni un solo minuto en el que uno pueda creerse a ese estúpido camarero, al típico jefe facha, unos artificiosísimos exiliados republicanos que están más fuera de lugar cuando cantan en el bar que Rajoy en el día del Orgullo. De Ariadna Gil mejor ni hablar.

El guión es malo, ¿qué pasa con el resto?. Pues que no vemos nada positivo en el trabajo del director. Ni los actores, ni los encuadres, ni los decorados (por momentos creí ver aparecer al Chavo y a la Chilindrina), ni el ritmo, absolutamente nada salvable.

Si volvemos la mirada atrás sobre la filmografía de Ripstein vemos grandes trabajos donde siempre, sobre todo lo demás, sobresale el guión, sea este del propio director, de José Emilio Pacheco o incluso, al igual que aquí, de Paz Alicia Garciadiego (Principio y Fin). Y es que realmente el mérito de Ripstein, incluso en El lugar sin Límites, está en el guión, sin que la película haga nada más que dejarse llevar.

Mención aparte merecen los títulos que escoge, creo que tiene una especial habilidad para ello.