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Voto de DonCastoTordesillas:
6
18 de diciembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine rumano es uno de esos extraños fenómenos nacionales que tienen lugar en el panorama cinematográfico cada cierto tiempo como podría ser el caso del aclamado cine iraní de los noventa. Desde la llegada de Christian Mungiu a los circuitos internacionales parece que salió a la luz un nuevo estilo de donde antes para el hombre "de a pie" sólo existía la nada. 4 meses, 3 semanas y 2 días llegó como el caballo de Troya que abrió la puerta a un cine más amplio y con un halo de prestigio. Por eso y por lo reciente del impacto del desembarco rumano es prácticamente inevitable abordar esta Buna! Ce faci? sin referirse a la cinta de Mungiu, por un lado porque no tenemos muchos otros modelos en los que fijarnos pero por otro lado porque al hacerlo las piezas nos encajan muy bien.
Al visionar esta película queda la aguda sensación de estar asistiendo al reverso de la moneda del universo mostrado por 4 meses... Donde en una se presenta una dramática, sombría y dura visión de las consecuencias del sexo enmarcada en un ambiente represivo, aquí tenemos una comedia amable con una autentica liberación sexual en juego. La promiscuidad y el sexo hedonista que aquí vemos están desprovistos de toda perversidad más allá del dilema moral de la infidelidad.
Al visionar esta película queda la aguda sensación de estar asistiendo al reverso de la moneda del universo mostrado por 4 meses... Donde en una se presenta una dramática, sombría y dura visión de las consecuencias del sexo enmarcada en un ambiente represivo, aquí tenemos una comedia amable con una autentica liberación sexual en juego. La promiscuidad y el sexo hedonista que aquí vemos están desprovistos de toda perversidad más allá del dilema moral de la infidelidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Como en toda liberación, debemos hacer frente a un conflicto generacional. La pareja protagonista está sometida a la erosión de un rutinario matrimonio que empieza a pesar, muy claramente presentada en la secuencia inicial a través de una serie de mecánicos planos cortos de insufrible cotidianeidad. El sexo en este espacio además de ser muy poco apetecible, de existir, es pacato y falto de fantasías, de los de misionero bajo las sábanas y con la luz apagada. En cambio el hijo de la pareja es un auténtico sátiro adolescente, un semental que sueña con ser actor porno y que actúa como tal en el filme obsequiándonos con escenas de tríos en las aulas del instituto, orgías de cumpleaños más propias de Eyes wide Shut o sugerentes posturas sobre la lavadora. En el mismo caso se encuentra el paradigma femenino de su edad, representado por la empleada de la tintoreria, tan atrevida como voluble en sus atracciones sexuales.
Nada que ver, por supuesto, con el secretismo, la culpa y la humillación que deben sufrir las chicas de Mungiu. No obstante, aunque pareciera que asistimos a una revolución, en realidad es más una evolución sexual adaptada a los tiempos que corren por occidente, donde se airea y festeja el sexo explicito pero donde se reclama la decencia y el modelo familiar. Hay un cierto tinte moralista en el devenir de los dos jóvenes que dado un momento le ponen freno a sus hormonas, ella escarmentada después de un mal trago con un hombre casado, pero sobre todo él; de aspirante a Rocco Sifredi, de repente sienta la cabeza, comienza a sacar dieces en física, se enamora de forma inverosímil de la más casta y empollona de la clase y hasta se da tiempo antes de pasar a la acción.
Más ambiguo resulta el desenlace de la madura pareja protagonista, que llega al mundo del adulterio y la seducción a través de internet. Con la misma torpeza con la que manejan el ordenador, un objeto tan atrayente como ajeno e inaprehensible, se dan de bruces con el desencanto. El juego de la fiebre tecnológica les desvela un artificio engañoso que les devuelve a su mundo generacional como la imagen de un espejo. La cuestión de la tecnología como alegoría de la modernidad no es en absoluto baladí y si que implica una ruptura (al contrario que el asunto sexual donde en el fondo si que existe una continuidad). El matrimonio tiene dedicaciones muy artesanales, la música clásica y la tintorería; la trabajada ambientación de su entorno cotidiano nos retrotrae a una realidad algo desfasada: la bañera a la antigua, las paredes y alicatados, las superficies gastadas...
Buna! Ce faci? es en definitiva una película de contrastes, no sólo en su diégesis sino también desde la perspectiva de una contextualización nacional: un filme amable que nos da a conocer la hasta el momento parte oculta de una realidad poliédrica que como cualquier cine, el rumano también posee.
Nada que ver, por supuesto, con el secretismo, la culpa y la humillación que deben sufrir las chicas de Mungiu. No obstante, aunque pareciera que asistimos a una revolución, en realidad es más una evolución sexual adaptada a los tiempos que corren por occidente, donde se airea y festeja el sexo explicito pero donde se reclama la decencia y el modelo familiar. Hay un cierto tinte moralista en el devenir de los dos jóvenes que dado un momento le ponen freno a sus hormonas, ella escarmentada después de un mal trago con un hombre casado, pero sobre todo él; de aspirante a Rocco Sifredi, de repente sienta la cabeza, comienza a sacar dieces en física, se enamora de forma inverosímil de la más casta y empollona de la clase y hasta se da tiempo antes de pasar a la acción.
Más ambiguo resulta el desenlace de la madura pareja protagonista, que llega al mundo del adulterio y la seducción a través de internet. Con la misma torpeza con la que manejan el ordenador, un objeto tan atrayente como ajeno e inaprehensible, se dan de bruces con el desencanto. El juego de la fiebre tecnológica les desvela un artificio engañoso que les devuelve a su mundo generacional como la imagen de un espejo. La cuestión de la tecnología como alegoría de la modernidad no es en absoluto baladí y si que implica una ruptura (al contrario que el asunto sexual donde en el fondo si que existe una continuidad). El matrimonio tiene dedicaciones muy artesanales, la música clásica y la tintorería; la trabajada ambientación de su entorno cotidiano nos retrotrae a una realidad algo desfasada: la bañera a la antigua, las paredes y alicatados, las superficies gastadas...
Buna! Ce faci? es en definitiva una película de contrastes, no sólo en su diégesis sino también desde la perspectiva de una contextualización nacional: un filme amable que nos da a conocer la hasta el momento parte oculta de una realidad poliédrica que como cualquier cine, el rumano también posee.