Cuando aún no se había estrenado la segunda temporada llegué a puntuar a The Girlfriend Experience con un 6, ya que determinados episodios me parecieron realmente interesantes, sobre todo cuando la historia pivotaba alrededor de la auténtica esencia de la serie: la prostitución de lujo y la terrible (o no) idiosincrasia de ésta. La estética y el diseño de producción de Soderbergh se daban cita en esa primera colección de 13 episodios para satisfacción del amante del minimalismo y las actuaciones anti comerciales más propias del cine independiente. No es que Riley Keough sea una actriz de gran nivel, pero ese papel de puta fría y sociópata lo matizó con gran éxito. El problema real llega con la segunda temporada, donde un exceso de "originalidad" divide el repertorio en dos historias muy diferentes ("Erica y Anna" y "Bria") que ni siquiera se llegan a cruzar nunca. Y, si bien es cierto que las protagonistas de esta segunda entrega siguen la premisa de parecer unas zombies insensibles ataviadas de Chanel, el alma de la serie se diluye por completo al usar, como contrapunto de la prostitución, sendos thrillers (uno policial y otro político e indescifrable) que pretenden ofrecer contenido a una trama que jamás debió tomar esos derroteros. Excepto en un par de episodios, donde la sexualidad más explícita de las meretrices te envuelve en una situación morbosa despertando tus fantasías (las más sublimes y las más perversas), los 14 episodios de la segunda temporada apestan a pedantería.