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Voto de General Mola:
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Comedia
Manolo y Paco son vendedores a domicilio de cursos de karate. Un chino miope los confunde y los contrata para liquidar a uno gansters chinos. Debido a su estado financiero, deciden aceptar el trabajo pese al equívoco. (FILMAFFINITY)
12 de enero de 2012
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo vengo de una familia pobre.
Hoy en día estamos familiarizados con teras, gigas y megas, pero allá por los años 80 los avezados usuarios vivíamos en una época de carestía informática, teníamos que apañarnos con modestos bytes y algún que otro kilobyte. Entonces se empezaron a comercializar en España ordenadores personales de distinta índole:
La gente con posibles tenía el Commodore 64; los de clase media transitaban en su vida informática con el Amstrad; los más humildes teníamos que luchar en la arena informática con la menos glamurosa de las computadoras: el Spectrum. Sí, yo tuve un Spectrum.
Mis primeros pasos informáticos fueron con el Spectrum 16K (K de kárate), pero las aplicaciones eran paupérrimas: un primitivo juego de derribar muros (un Arkanoid Australopitecus para entendernos); un programa de contabilidad indescifrable; y algún que otro programa lamentable. Como algunos recordarán, los juegos y programas se cargaban con un cassette, con un tiempo aproximado de carga de 5 minutos (ja ja ja, me río yo de la gente que se queja de que Windows tarda en arrancar…).
Debido a que necesitaba más prestaciones (¿!) hice acopio de ahorros en mis ganancias con la paga de los domingos -aparte de otras actividades inconfesables- y conseguí reunir el dinero suficiente para ampliar la memoria de mi Spectrum; ¡por fin tenía un Spectrum 48K! (K de Kalatrava). Seguía siendo pobre pero, al menos, había dejado de ser un paria.
Conseguí entrar pues en la élite informática de entonces. Ya tenía acceso a grandes juegos como el Attic Attack, Nigel Mansell, Gaunlet, Emilio Sánchez Vicario (te cagas), Jet Set Willy, Ole Toro o Fernando Martín (inolvidable su mate de lado). Pero había 2 juegos que me conocía al dedillo: el Match Day (con su mítica introducción musical: Tatatatá tarata tata, tatá taratatatá) y el Match Point, un juego de tenis en el que los jugadores eran unos monigotes, directamente. Con este último tenía un problema: lo tenía tan dominado que ya no tenía encanto (ganaba 6-0 6-0 6-0 en el nivel difícil). ¿Qué podía hacer?
Hoy en día estamos familiarizados con teras, gigas y megas, pero allá por los años 80 los avezados usuarios vivíamos en una época de carestía informática, teníamos que apañarnos con modestos bytes y algún que otro kilobyte. Entonces se empezaron a comercializar en España ordenadores personales de distinta índole:
La gente con posibles tenía el Commodore 64; los de clase media transitaban en su vida informática con el Amstrad; los más humildes teníamos que luchar en la arena informática con la menos glamurosa de las computadoras: el Spectrum. Sí, yo tuve un Spectrum.
Mis primeros pasos informáticos fueron con el Spectrum 16K (K de kárate), pero las aplicaciones eran paupérrimas: un primitivo juego de derribar muros (un Arkanoid Australopitecus para entendernos); un programa de contabilidad indescifrable; y algún que otro programa lamentable. Como algunos recordarán, los juegos y programas se cargaban con un cassette, con un tiempo aproximado de carga de 5 minutos (ja ja ja, me río yo de la gente que se queja de que Windows tarda en arrancar…).
Debido a que necesitaba más prestaciones (¿!) hice acopio de ahorros en mis ganancias con la paga de los domingos -aparte de otras actividades inconfesables- y conseguí reunir el dinero suficiente para ampliar la memoria de mi Spectrum; ¡por fin tenía un Spectrum 48K! (K de Kalatrava). Seguía siendo pobre pero, al menos, había dejado de ser un paria.
Conseguí entrar pues en la élite informática de entonces. Ya tenía acceso a grandes juegos como el Attic Attack, Nigel Mansell, Gaunlet, Emilio Sánchez Vicario (te cagas), Jet Set Willy, Ole Toro o Fernando Martín (inolvidable su mate de lado). Pero había 2 juegos que me conocía al dedillo: el Match Day (con su mítica introducción musical: Tatatatá tarata tata, tatá taratatatá) y el Match Point, un juego de tenis en el que los jugadores eran unos monigotes, directamente. Con este último tenía un problema: lo tenía tan dominado que ya no tenía encanto (ganaba 6-0 6-0 6-0 en el nivel difícil). ¿Qué podía hacer?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entonces, una epifanía llegó del cielo. Cierto día volvía a mi casa después de una noche de juerga y alcohol. “Tal vez sea una buena idea echar una partidita de tenis”, me dije… El verbo se hizo carne y habitó en mí. El juego, de nuevo, había cobrado toda su emoción (gané el disputadísimo quinto set por 17-15, no digo más).
Ya sabéis que en mi anterior intento de ver una película de los Hermanos Calatrava casi paso a mejor vida. Por tanto, he creído conveniente adentrarme en este submundo, una vez más, después de una ingesta de garrafón barato y así, tal vez, al igual que con el Match Point, pueda encontrar una nueva dimensión de obra maestra a este presunto engendro inefable.
En fin, allá voy, me adentro en el abismo. ¡Hasta el infinito y más allááááá!
(Clic)
Hum, comienza con títulos de crédito en fondo rojo y caracteres chinos, tal vez sea el tipo de película que le gusta a Arakiri… ¡Qué guión! ¡Qué actuaciones!¡Qué puesta en escena! ¡Qué diálogos! ¡Coño, Buster Keaton! ¡Qué encuadres! ¡Qué movimiento de cámara! (los efectos del garrafón empiezan a disminuir en el sketch del cuento chino) ¡Qué vestuario! ¡Qué decorados! ¡Cuánta acción! ¡Qué fotografía! (los efectos del garrafón empiezan a escasear durante la canción del baile de las mariposas) ¡Qué banda sonora! ¡Qué doblaje! ¡Es la mejor película de los Hermanos Calatrava! (ya no hay efectos del alcohol) ¡Socorroooo! ¡Mayday mayday! Dave, mi cabeza se va. Daisy Daisyyy, tú eres mi ilusióóón. ¡Oh Dios mío, está lleno de estrellas! […]*
----
Hola a todos soy Pablo K (K de Kurt, claro) tomo las riendas de esta crítica para terminarla y, con pesar, comunicaros que el alma del General ya no se encuentra con nosotros. Sus últimas palabras fueron: *”si tenéis una película favorita, no la deis un 10, dadla un 8”. En fin… descanse en paz.
Ya sabéis que en mi anterior intento de ver una película de los Hermanos Calatrava casi paso a mejor vida. Por tanto, he creído conveniente adentrarme en este submundo, una vez más, después de una ingesta de garrafón barato y así, tal vez, al igual que con el Match Point, pueda encontrar una nueva dimensión de obra maestra a este presunto engendro inefable.
En fin, allá voy, me adentro en el abismo. ¡Hasta el infinito y más allááááá!
(Clic)
Hum, comienza con títulos de crédito en fondo rojo y caracteres chinos, tal vez sea el tipo de película que le gusta a Arakiri… ¡Qué guión! ¡Qué actuaciones!¡Qué puesta en escena! ¡Qué diálogos! ¡Coño, Buster Keaton! ¡Qué encuadres! ¡Qué movimiento de cámara! (los efectos del garrafón empiezan a disminuir en el sketch del cuento chino) ¡Qué vestuario! ¡Qué decorados! ¡Cuánta acción! ¡Qué fotografía! (los efectos del garrafón empiezan a escasear durante la canción del baile de las mariposas) ¡Qué banda sonora! ¡Qué doblaje! ¡Es la mejor película de los Hermanos Calatrava! (ya no hay efectos del alcohol) ¡Socorroooo! ¡Mayday mayday! Dave, mi cabeza se va. Daisy Daisyyy, tú eres mi ilusióóón. ¡Oh Dios mío, está lleno de estrellas! […]*
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Hola a todos soy Pablo K (K de Kurt, claro) tomo las riendas de esta crítica para terminarla y, con pesar, comunicaros que el alma del General ya no se encuentra con nosotros. Sus últimas palabras fueron: *”si tenéis una película favorita, no la deis un 10, dadla un 8”. En fin… descanse en paz.