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España España · Ronda
Voto de Solal:
10
Drama. Terror El señor Karel domina a sus familiares, amigos y empleados. Sólo está preocupado porque el tránsito de los difuntos hacia el más allá sea lo más limpio y rápido posible, todo mediante la incineración de cadáveres en el cementerio que regenta. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2007
47 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director checo Juraj Herz expone en El incinerador de cadáveres la ambivalencia de las ideologías como vehículo de ascenso social, sobre todo a partir del inexorable advenimiento del dogma nazi en la antigua Checoslovaquia, supuesto instrumento purificador de costumbres, de culturas, de razas.
El señor Karel ejerce su influjo sobre quienes le rodean; su capacidad, como incinerador, para discernir entre lo físico y lo etéreo, para desligar cuerpo y espíritu, le convierte en el intermediario hacia lo irreal, hacia aquello que escapa al conocimiento. La música de Zdenek Liska compone, a este respecto, una atmósfera quimérica.
Karel vive por y para su negocio, sinónimo de representatividad en el escalafón estamental. Como predicador surrealista de valores elitistas, el protagonista halla en los preceptos hitlerianos cierta vinculación con sus pretensiones ‘filtradoras’: la distinción entre el alma, abocada a trascender en la eternidad, y lo corpóreo, totalmente prescindible, mero vehículo de la esencia del individuo.
La incorruptibilidad de la ascendencia aria es, precisamente, la noción elemental de los principios nacionalsocialistas; Karel, por su parte, propone otro tipo de criba, más humilde, menos dolorosa.
Solal
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