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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Drama Invierno de 1943. Durante la ocupación alemana de Francia, en un internado católico para chicos, Julián, un muchacho de trece años, queda impresionado por la personalidad de Bonnet, un nuevo compañero que ingresa en el colegio después de iniciado el curso. (FILMAFFINITY)
16 de agosto de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Igual que los ingleses son unos expertos consumados en el arte de tornar derrotas bochornosas en gloriosos hechos de armas, los franceses tienen una gracia especial para la recreación de sus años escolares. Desde “Cero en conducta” (“Zéro de conduite: Jeunes diables au collège”, 1933) a “Los cuatrocientos golpes” (Les Quatre Cents Coups”, 1959), pasando por “Las diabólicas” (“Les diaboliques”, 1955) e incluso las novelas infantiles protagonizadas por “El pequeño Nicolás”.
Rasgo común a todas ellas es la escasa complacencia con que ponen la lupa en unos años no tan idílicos como se nos viene vendiendo últimamente desde púlpitos nostálgicos y sublimatorios, muñidores de una versión edulcorada hasta el coma diabético y que poco, nada tiene que ver con la realidad de la mayoría, salvo en el caso del primogénito del imperio “Mattel” o los herederos del tándem creador de “Dragones y Mazmorras”, entre otros muchísimos productos de “merchadising” en que, por lo visto, chapoteábamos sin habernos apercibido. Y no, no todos los niños y preadolescentes son criaturas angelicales incapaces de cualquier mal; al contrario, los cabrones —con perdón del tecnicismo— abundan también en esos tiernos tramos de edad.
“Adiós, muchachos” constituye uno de los ejemplos más perfectos de lo que, insisto, puede considerarse un subgénero en sí mismo allende los Pirineos. Un veterano Louis Malle —no por viejo, tenía 55 años, sino porque había debutado a los 25 con la excelente “Ascensor para el cadalso” (“Ascenseur pour l'Echafaud”, 1957)— regresa de su aventura americana para rodar una maravillosa historia autobiográfica, un canto a la amistad sin estridencias, pactos para salvar el mundo (o perder la virginidad antes de los 14) ni paseos por las vías del tren. Aquélla se construiría, más bien, a base de insultos y guantazos, práctica sanísima cuando se da entre pares y que, no obstante, la moderna pedagogía ha desterrado no ya de los patios de recreo sino incluso del mundo de lo posible.
En fin, que la acción se desarrolle durante la ocupación alemana y el aberrante régimen colaboracionista de Vichy supone una vuelta de tuerca al enfoque tradicional, pues dota de una angustia añadida al socarrón costumbrismo de la trama, una tensión soterrada que acaba aflorando en ese desenlace no por esperado menos terrible.
Carorpar
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