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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Ciencia ficción. Drama A sus 32 años, Marc Jarvis (Tom Hughes) padece una enfermedad terminal. Le queda un año de vida. Justo ahora que él y Naomi (Oona Chaplin) han empezado a construir una vida juntos. Por eso, incapaz de aceptar su final, Marc decide criogenizar su cuerpo con la esperanza puesta en el futuro. Más de sesenta años después, en 2084, se convierte en el primer hombre resucitado de la Historia, pero su resurrección no se producirá de la forma ... [+]
23 de septiembre de 2023
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Mateo Gil ha desarrollado buena parte de su carrera a la (otrora) alargada sombra de Alejandro Amenábar; no obstante, con la ya lejana «Nadie conoce a nadie» (1999) inauguró una trayectoria en solitario salpicada de obras de perfil (más bien) medio y factura impecable, caso de «Blackthorn. Sin destino» («Blackthorn», 2011), estupendo western crepuscular que, si no lo conocen, les recomiendo encarecidamente.
Su aproximación a la ciencia ficción responde fielmente a dichos parámetros. «Proyecto Lázaro» aprovecha hasta la raspa un presupuesto de episodio televisivo, y no precisamente de «Black Mirror» (ídem, 2011-Actualidad) —no cuesta emparentarla, de hecho, con «Ahora mismo vuelvo» («Be Right Back», 2013), primera entrega de su segunda temporada—, para crear una eficaz distopía romántica en la turbadora línea de «Las vidas posibles de Mr. Nobody» («Mr. Nobody», 2009), si bien —insisto— con unos niveles de ambición bastante inferiores a los de la abrumadora película-río de Jaco Van Dormael.
En efecto, Gil no se complica la existencia y pasa muy de puntillas por los dilemas morales a que invita la peripecia del protagonista. Tampoco dedica más tiempo ni, sobre todo, recursos de los necesarios a la recreación de ese 2084 en que la resurrección de la carne (criogenizada) es posible. Al contrario, apuesta sobre seguro fiándolo (casi) todo a la tesis del amor más allá de la muerte merced a un doble romance en correspondencia con las dos líneas temporales que vertebran la historia, el segundo de los cuales, por cierto, no parece excesivamente ajeno a las algoritmizadas prácticas de nuestros días.
En el plano interpretativo, cabe justificar el hieratismo de Tom Hughes en base al asombro sempiterno en que una circunstancia como la suya sumiría a cualquiera; de otro modo sólo puede calificarse de mera e irritante incompetencia. Una total y absoluta insipidez que queda especialmente en evidencia cuando comparte plano —y no son pocos— con Oona Chaplin. Su breve y desesperado llanto en la soledad del coche encierra más matices que todo el monólogo en off de su compañero de por vida. Maravillosa mujer y aún mejor actriz. Sin duda lo mejor de la cinta.
Carorpar
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