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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama Silvio Berlusconi (Toni Servillo) se encuentra en el momento más complicado de su carrera política, recién salido del gobierno y con las acusaciones de corrupción y de sus conexiones con la mafia a punto de llegar a los juzgados. Sergio Morra (Riccardo Scamarcio) es un atractivo hombre hecho a sí mismo que sueña con dar el salto de sus cuestionables negocios de provincia a escala internacional. El camino más rápido para conseguirlo es ... [+]
3 de noviembre de 2023
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Pensada originalmente como un díptico de 200 minutos, el tempo y la estructura de «Silvio (y los otros)» se resiente de su recorte a un solo film de dos horas y media para el mercado internacional.
Tampoco acaba Sorrentino —ni el habitualmente brillante Tony Servillo— de encontrar el tono adecuado, caricaturesco en exceso; de tal modo que esta «Silvio (y los otros)» está más cerca de la desopilante «Il divo» (ídem, 2008) que de las admiradas —y admirables— «La gran belleza» («La grande bellezza», 2013) y «La juventud» («Youth-La giovinezza», 2015).
Si bien en su descargo cabe alegar que el Berlusconi real constituía casi siempre una burda caricatura, de sí mismo en particular y en general de ese tipo de arribista sin escrúpulos que hiciera fortuna merced a la fiebre privatizadora del neoliberalismo de los ochenta para auparse a posiciones de poder durante los noventa. No faltaron los ejemplos —tan chuscos, si no más— también en nuestro país.
Tal como acostumbra, Sorrentino nos obsequia con un espectáculo visual de primer orden. Cierto que la proliferación de núbiles turgencias femeninas escandalizará a más de un(a) espectador(a) transido/a de wokismo e insensible, por ende, al disolvente subtexto.
El componente surrealista de fecunda raigambre felliniana se confunde con las grotescas prácticas lúdico-festivas de «Il Cavaliere». En efecto, las fiestas «bunga bunga» constituyen un hecho tan sórdido que cuesta discernir cuánto de realidad y cuánto de ficción satírica hay en las hiperbólicas —e hipnóticas, a su modo— imágenes de Sorrentino.
En el apartado interpretativo, insisto en que Toni Servillo ha entregado mejores trabajos. Aquí trata de sobreponerse a las (prácticamente insalvables) dificultades de meterse en la coriácea piel de Silvio Berlusconi, personaje inimitable —para bien y muy especialmente para mal— y protagonista absoluto de la inenarrable escena política italiana —y europea, y mundial— de los últimos treinta años. Demasiado para cualquiera, incluso para Servillo.
Carorpar
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