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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Intriga. Thriller. Ciencia ficción David Lightman es un joven hacker, un experto informático capaz de saltarse los más avanzados sistemas de seguridad y de descifrar los más herméticos códigos secretos. Accidentalmente un día conecta su ordenador al del Departamento de Defensa americano, encargado del sistema de defensa nuclear. Pensando que lo que ha encontrado son nuevos juegos de ordenador, David juega con la supercomputadora a las damas, al ajedrez y a otros juegos ... [+]
19 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Juegos de guerra» prueba que, en cuanto a encanto y verdad, estilizaciones mercadotécnicas «alla» «Stranger Things» (ídem, 2016-Actualidad) nada tienen que hacer frente a sus imitadas. Constituye asimismo un ejemplo palmario del viraje adolescente y multisalas que experimentó el cine comercial en los años ochenta, no seré yo quien juzgue si para bien o para mal.
Llama poderosamente la atención algo que vuelve a estar en el candelero. O, si nunca desde entonces ha dejado de estarlo, hoy con aún más relevancia: la hipótesis de que una inteligencia artificial autodidacta y eventualmente autoconsciente decida abrir los silos nucleares y dar carpetazo a la molesta especie humana. Que el festivo tono de la película no les impida ver el bosque; cambien Joshua por Skynet y encontrarán la escalofriante premisa de la saga «Terminator». Posibilidad de ciencia ficción que para un número cada vez mayor de expertos empieza a no serlo tanto.
«Juegos de guerra» funciona especialmente durante su primer tercio, con el retrato —todo lo convencional que se quiera; pero, quizá precisamente por eso, de indudable eficacia— de las peripecias de ese mancebo con escasas habilidades sociales, aún menos capacidades académicas y unos conocimientos informáticos que dejan a Bill Gates y Steve Jobs a la altura de un mero grabador de datos. Que el pibón del insti pierda el culo por él sí que es de auténtica fantasía.
El film de John Badham se aturulla un poco cuando la acción se traslada al complejo de Cheyenne Mountain; si bien a su favor cabe alegar que el ritmo y el sentido del espectáculo que dichas escenas acreditan ayudan a olvidar la total y absoluta implausibilidad de que en pleno DEFCON 1 se deje a un chaval de 17 años trastear con el ordenador central del NORAD.
En el apartado interpretativo, un casi debutante Matthew Broderick saltaba a la fama para convertirse en el lampiño rostro del giro copernicano y «teen» antedicho. Con frescura rayana en el amateurismo se mete en la piel del protagonista y a los espectadores en el bolsillo. Le acompaña Ally Sheedy, tan chispeante o más que Broderick, en el primer papel cinematográfico de quien también sería una habitual de las comedietas juveniles de entonces.
Carorpar
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