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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Thriller. Intriga Después de que la hija de 16 años de David Kim desaparece, se abre una investigación policial. Pero 37 horas más tarde y sin una sola pista, David decide buscar en el único lugar donde nadie ha buscado todavía y donde se guardan todos los secretos hoy en día: el ordenador portátil de su hija. David debe rastrear las huellas digitales de su hija antes de que desaparezca para siempre. Un thriller que se desarrolla en la pantalla del ordenador. [+]
2 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El pantallazo es un recurso narrativo que, como el “found footage” hace un par de décadas o en literatura el “manuscrito encontrado”, permite eludir ciertos convencionalismos, de modo que, usado con mesura, puede arrojar resultados muy sugestivos. Así sucedía, por ejemplo, con “Eliminado” (“Unfriended”, 2014); si bien, no tanto con su innecesaria secuela, “Eliminado: Dark Web” (“Unfriended: Dark Web”, 2018), porque, igual que en muchos otros casos —festivales “indies”, el anuncio de Estrella, “Stranger Things” (ídem, 2016-Actualidad)—, la línea entre lo refrescante y lo engorroso es extremadamente fina.
Tratándose el thriller de un subgénero que lleva la trampa argumental inscrita en su ADN —difícilmente podría avanzar sin ella la mayoría de sus abracadabrantes tramas—, el limitado punto de vista del (todavía) novedoso formato obliga a un puñado de subterfugios adicionales, con el consabido riesgo de incoherencia. Por suerte para esta “Searching”, aun aquejada de ambos males, no lo está en un grado que acabe por arruinar la experiencia. Al contrario, la multiplicación de dispositivos y aplicaciones a que hemos asistido en el último lustro amplia la perspectiva, disminuyendo correlativamente la necesidad de someter el guion a torsiones excesivas.
Además, la superposición de ventanas —y, por ende, de estímulos— invita a una implicación mayor de la acostumbrada por parte del espectador, sacándolo de la pasividad mineral en que el cine comercial venía sumiéndolo de un tiempo a esta parte. Sólo el desenlace se antoja verdaderamente decepcionante, pues tras hora y media de un crescendo de indudable corrección —a la historia apenas se le ven las costuras hasta la aparición de ese drogata “ex machina” en oportuno “streaming”—, sus responsables dan un volantazo —figurada y literalmente— hacia un “happy ending” de todo punto injustificado.
Más interesante me parece el conato de denuncia que interpone contra la rampante hipocresía de las redes, del exhibicionismo y la mala conciencia, cuando no crudo interés personalísimo, que anidan en tantos “#PrayFor”, “#JeSuis”, “#MeToo” y un largo y tedioso etcétera de ventajistas tomas públicas de postura. Lástima, precisamente, que se quede ahí, en un leve e inofensivo atisbo, que no profundice, que deje sólo un par de pinceladas. En su lugar, abunda en un tópico —el de no hablar con extraños ni, por supuesto, aceptar los caramelos que nos ofrecen, por muy virtuales que estos sean— que, a mi juicio, tenemos todos suficientemente interiorizado; salvo algún primo, claro, de esos nunca van a faltar.
En el apartado interpretativo, siempre llama la atención ver a John Cho tratando de que lo tomemos en serio. Aquí sus esfuerzos arduos y denodados hacen que casi se nos olvide que es “el chino de American Pie”. Ni que decir tiene que no lo consigue, pero se le agradece la buena disposición.
Carorpar
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