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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Terror. Ciencia ficción. Acción En un centro clandestino de investigación genética -con fines militares- de una poderosa multinacional se produce un brote vírico que contamina todo el edificio. Para contener la fuga el ordenador que controla el centro sella toda la instalación y, en un principio se cree que mueren todos los empleados, pero en realidad se han convertido en feroces zombis... (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2023
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Vi «Resident Evil» hace cosa de veinte años, en el transcurso de una resaca apocalíptica, sin que las brumas etílicas de la noche anterior se hubieran acabado de disipar todavía. De modo que no albergaba recuerdos muy precisos al respecto, si acaso que la impresión había sido, en general, positiva; de lo contrario no la habría revisitado al cabo de dos décadas, sobrio como un juez ahora —de eso va lo de hacerse mayor, en parte—.
Pues bien, he de decirles que las gratas sensaciones de antaño se han confirmado hogaño, y con creces. Porque me lo he pasado como un enano.
Habitualmente denostado por la crítica, Paul W. S. Anderson —«el Anderson malo», me ha parecido leerle alguna vez a algún crítico que, en su negligente falta de ideas, ha debido recurrir a la fácil comparación onomástica con el insufrible Wes Anderson— me parece un cineasta definitivamente a reivindicar; no en vano es el responsable de «Horizonte Final» («Event Horizon», 1997) cinta de merecido culto con unos ecos de «Alien, el octavo pasajero» («Alien», 1979) que también se escuchan en su adaptación del célebre videojuego.
Adornan a Anderson un reseñable sentido del espectáculo y escasas concesiones a la corrección política. Sumémosle la habilidad para sacar el máximo partido a presupuestos no demasiado rumbosos. El resultado: un esforzado muñidor de divertimentos en los que late con fuerza el espíritu de la serie B, un pariente artístico del Paul Verhoeven de «Starship Troopers, las brigadas del espacio» («Starship Troopers», 1997). En suma, cine de videoclub y palomitas de microondas, desprejuiciado y rabiosamente entretenido.
Con «Resident Evil», Anderson aportó su granito de arena a la fiebre zombi de los primeros 2000 e inauguró una saga de calidad decreciente. Insisto en que esta su primera entrega es una película divertidísima, pura acción, tiros y bocados a la yugular. Mención aparte merecen un arranque sencillamente estremecedor, prodigio de concisión y bioterror, y una Mila Jovovich de 27 añitos que estaba que se rompía.
Carorpar
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