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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Serie de TV. Ciencia ficción. Fantástico. Comedia. Drama 8 episodios. Una monja llamada Simone no se detendrá ante nada para destruir a la Inteligencia Artificial antes de que provoque un colapso mundial.
11 de septiembre de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Salvando las distancias, igual que el Quijote excedía sus hechuras de parodia de los libros de caballerías para convertirse en el primer ejemplo —y el más perfecto, según numerosos expertos— de la novela moderna, «The Boys» (ídem, 2019-Actualidad) no se conformaba con reventar la burbuja de los superhéroes, sino que parece haber dado a luz un subgénero nuevo: la comedia de ciencia ficción, (ultra) violenta, corrosiva y surrealista, como espejo deformante de las algoritmizadas y, por ende, idiotizadas sociedades actuales.
El párrafo anterior viene a cuento de lo mucho —y bueno— de «The Boyz» que encontramos en esta «Mrs. Davis», loquísima ocurrencia de, entre otros, el reputado Damon Lindelof, en la que asistimos a los desvelos de una monja malhablada por destruir una inteligencia artificial mezcla de Siri, Chat GPT y el metaverso con la ayuda del mismísimo Jesucristo —regentador de un sórdido cuchitril de falafel— y un grupo de resistentes a medio camino entre la Comic-Con de San Diego y el cuerpo de baile de Fangoria —Chris Diamantopoulos entrega un trabajo inenarrable en la aceitada piel de su líder—. También hay explosiones craneales, ejecutivas agresivas, señores con delantal, gatitos inmortales, «cowboys» de rodeo, su poquito de «eurotrip» y el Santo Grial. ¿Cómo se integra todo ello en un discurso razonablemente coherente? No lo hace, y nos da igual. Porque el conjunto es rabiosamente divertido, y cuanto más absurda y «destroyer» se pone la cosa, mejor.
Respecto a su reparto, ya he mencionado al desopilante Diamantopoulos —definitivamente, su personaje se hace acreedor de un «spin-off»—; pero el alma de la fiesta es la empecinada monja justiciera, esa hermana Simone compuesta por una Betty Gilpin que se erige en revelación indiscutible. La naturalidad —especialmente meritoria en una producción con tan escasas pretensiones de naturalismo— y el carisma que derrocha hacen palidecer hasta el bigotazo de herradura que adorna el rostro de su compañero de fatigas, un simpático y esforzado Jake McDorman.
Carorpar
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