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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Cine negro. Thriller. Drama Julien Tavernier, héroe de la guerra de Indochina, trabaja para el industrial Simon Carala, y es el amante de su esposa, Florence. Para poder vivir juntos, los amantes deciden matar al marido de modo que parezca un suicidio, pero ocurre algo que no estaba previsto... (FILMAFFINITY)
13 de agosto de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Louis Malle tenía 25 años cuando firmó su debut cinematográfico, edad a la que muchos futuros directores siguen fumando porros en la cafetería de la facultad mientras sueñan con rodar algún día una película, si acaso, con la veinticincoava parte de la calidad de “Ascensor para el cadalso”. Me chivan que en la universidad ya no se puede fumar, ni siquiera canutos… “O tempora, o mores”.
Producto de dicha juventud —“divino tesoro”—, Malle manifiesta un atrevimiento asombroso, tanto visual como narrativo. La historia adopta una curiosa forma de haz, o excurso en el que tres subtramas siguen caminos independientes tras un arranque común, para converger de nuevo en un desenlace de antología. La dedicada a la núbil parejita de delincuentes comunes resulta algo más convencional, pero las otras dos rayan a alturas pocas veces alcanzadas. La protagonizada por un Maurice Ronet encerrado en el ascensor que da título metafórico a la cinta constituye un ejercicio de estilo al que adorna un sofocante, superlativo virtuosismo. Por su parte, las imágenes de Jeanne Moreau deambulando por la noche parisina al ritmo de las inolvidables notas de Miles Davis son puro Cortázar. Si hay un cineasta que se ha aproximado con éxito al peculiarísimo fraseo del escritor argentino, definitivamente se trata de Louis Malle —que se lo digan a Antonioni y a su insufrible “Blow-Up” (ídem, 1966)—. La fotografía en ese blanco y negro sucio y glorioso a un tiempo, típico del cine francés de los cincuenta, alcanza un precioso clímax tenebrista en la escena del interrogatorio, con Lino Ventura y Charles Denner entrando y saliendo de unas sombras casi sólidas.
En fin, salvo —insisto— las leves bajadas de tensión correspondientes a las letales travesuras perpetradas por Georges Poujouly y Yori Bertin, “Ascensor para el cadalso” se erige en modelo a seguir para cualquier joven con talento y sin miedo a explotarlo hasta sus últimas consecuencias. Supone, asimismo, una de las obras máximas de un cineasta con una voz tan personal que incluso optó —osó— por mantenerse al margen de la “nouvelle vague”, movimiento de encomiables intenciones que acabaría, no obstante, vuelto prescriptor de estilo por medio de la influyente “Cahiers du Cinéma”, cuyos dardos recibiría Malle en más de una ocasión.
Carorpar
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