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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
5
Ciencia ficción. Terror En el lugar más lejano del espacio, la nave de asistencia médica Nightingale vela por todos aquellos que se encuentran en peligro. Cuando recibe una desesperada llamada de auxilio, la tripulación responde con un peligroso salto dentro de la estela gravitatoria de una estrella en extinción. La maltrecha nave rescata a un transbordador espacial que contiene un misterioso superviviente y un extraño artefacto alienígena. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2024
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Un Walter Hill en horas bajísimas se mete en camisa de once varas dirigiendo una aventura intergaláctica para la que, encima, resulta evidente que no cuenta, ni de lejos, con la dotación presupuestaria requerida.
Pese al éxito de la distópica «Los amos de la noche (The Warriors)» («The Warriors», 1979) y a que los guiones de «Aliens: El regreso» («Aliens», 1986) y «Alien3» (ídem, 1992) llevan su firma, el realizador californiano ha hecho carrera en base a un puñado de westerns y policíacos por demás reseñables. Se confiesa, de hecho, admirador del cine de John Ford. Vengo a decir con esto que encontrarlo al frente de una cinta del pelaje de esta «Supernova (El fin del universo)» se me antoja, como poco, sorprendente.
No en vano Hill figura en los títulos de crédito bajo el alias Thomas Lee y, llegados a la fase de postproducción, se desentendió del asunto quedando el corte final —al parecer, bastante discutible— a cargo de un Francis Ford Coppola que también había vivido tiempos mejores.
Insisto en que las ambiciosas aspiraciones temáticas de la película —puestas de prístino manifiesto en el título, tanto en su versión original como en la verbosa traducción patria— demandaban una financiación bastante más pródiga que los escuetos recursos con que Hill debió de componérselas. El diseño de producción raya en la indigencia y los efectos digitales se ven cutres hasta para el año en que fue rodada. Hablo de memoria, pero la intro del primer «StarCraft» —el de 1998— era más creíble que los torpes cabeceos de la nave de asistencia médica Nightingale.
Todo lo antedicho invitaría a presumir que nos encontramos ante un bodrio de proporciones, en efecto, cósmicas. Y de eso mismo se trataría, de un horror sin paliativos, si no fuera porque Hill tiene más tablas que la Ópera de Nueva York y le insufla a la trillada historia un ritmo endiablado, logrando que, aturdidos por la sincopada sucesión de los acontecimientos, no prestemos la implacable atención que merecen esos polvos en gravedad cero —también vistos al principio de «The Expanse» (ídem, 2015-Actualidad); si bien, por suerte para sus seguidores, dejados pronto de lado— y unos diálogos a medio camino entre la película porno y el aula CyL.
«Supernova (El fin del universo)» se beneficia también del protagonismo del siempre túrbido James Spader, a quien le van los personajes chungos hasta en «The Office» (ídem, 2005-2013) y cuya mirada psicopática le sube la tensión a la historia más inane y le pone los pelos de punta al espectador más encallecido.
En suma, peculiar film que, muy a duras penas y haciendo bandera de una (anti) estética de serie B —o C o, a ratos, Z— logra sobreponerse a unas estrecheces pecuniarias y creativas que, en manos de otro realizador y con un protagonista menos carismático, se habrían revelado definitivamente catastróficas.
Carorpar
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