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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Terror. Ciencia ficción. Intriga Un meteorito se estrella cerca de la granja de los Gardner, liberando un organismo extraterrestre que convierte la tranquila vida rural de la familia en una pesadilla colorista y alucinógena. Uno de los relatos más emblemáticos de Lovecraft llega al cine de la mano de Nicolas Cage y Richard Stanley. (FILMAFFINITY)
18 de abril de 2022
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Estupenda adaptación del relato homónimo de H.P. Lovecraft, rebosante del espíritu «pulp» que caracteriza sus obras, realzado por una imaginería loquísima que nos hace pensar en John Carpenter y David Cronenberg de cañas y «brainstorming» tras correr la Holi Run de su barrio.
Ya desde el propio cartel promocional, «Color Out of Space» se declara en rebeldía contra la gris solemnidad que viene caracterizando al subgénero de un tiempo a esta parte. En efecto, el film de Richard Stanley constituye un desfase argumental sin coartadas —él mismo firma el guion, en connivencia con su expareja Scarlett Amaris; por cierto, no sé cuál de los otrora tortolitos tiene una pinta más lovecraftiana— y servido en un envoltorio visual insisto en que sumamente sugestivo, con ese batiburrillo alucinógeno de niebla nocturna, focos lilas, aberraciones anatómico-protésicas y efectos digitales de AliExpress.
Tal como suele suceder con las historias del escritor de Providence, el delirante desenlace desdibuja un tanto el estimulante «crescendo» que vehicula la trama. Ésta tampoco supone ningún prodigio de sutileza —hablamos de Lovecraft, no del doctor Polidori—; pero, comparada con ese final a medio camino entre la física cuántica y el hongo nuclear, sí cabe reconocerle cierta trabazón «sui generis». Sumémosle un Nicholas Cage absolutamente pasado de rosca —si bien esto hace años que dejó de ser noticia— que se erige en el alma de la fiesta bizarra y fosforescente que durante cerca de dos horas se desarrolla ante nuestra incrédula —por desentrenada, todo sea dicho— mirada.
En suma, fiel y recomendable plasmación de un concepto tan difícilmente reproducible como el del horror cósmico por parte de un cineasta y un reparto a los que no les duelen prendas en zambullirse hasta el cuello en el perturbado caldo primigenio dado a luz por la febril imaginación de Lovecraft. Sólo por tamaño arrojo estético ya valdría la pena; pero es que, encima —y por si no lo sospechaban—, es rabiosamente divertida.
Carorpar
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