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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
9
Comedia Johnny Gray (Buster Keaton) es maquinista en un estado del Sur y tiene dos grandes amores: una chica (Anabelle Lee) y una locomotora (La General). En 1861, al estallar la Guerra de Secesión, Johnny intenta alistarse, pero el ejército considera que será más útil trabajando en la retaguardia. Sin embargo, Anabelle cree que es un cobarde y lo rechaza. El maquinista sólo podrá demostrar su auténtico valor cuando un comando nordista ... [+]
18 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para apreciar en toda su magnitud el verdadero, inmenso valor de «El maquinista de La General» conviene ponerla en contexto. En el momento de su estreno han pasado treinta años desde «La llegada del tren a la estación de La Ciotat» («L'Arrivée d'un train à La Ciotat», 1896), veintitrés desde «Asalto y robo de un tren» («The Great Train Robbery», 1903) y once desde «El nacimiento de una nación» («The Birth of a Nation», 1915), icónicas cintas con las que cabe emparentarla, parcialmente al menos.
El improvisado —y, por ende, un poco a salto de mata— eje cronológico viene a cuento del asombroso nivel de perfeccionamiento visual alcanzado por un cine todavía en edad núbil, a lo cual contribuyó, y no poco, Buster Keaton, hombre orquesta —aquí director y guionista, al alimón con Clyde Bruckman, y absoluto protagonista de la ajetreada historia— como tantos otros de aquellos felices visionarios que alumbraran el séptimo arte.
Puesta en escena, efectos y, muy especialmente, un montaje de ida y vuelta, incluso rimado en clave interna, dan la impresión de que el centenario de esta maravilla no está a dos telediarios. «El maquinista de La General», igual que los personajes sólo aparentemente ingenuos tan del gusto de Keaton, parece haberse embriagado del elixir de la eterna juventud, envejeciendo con la dignidad única de las obras maestras, mejorando, de hecho, a cada década que pasa.
La peripecia de Johnny Gray y su amada locomotora da pie a una película de ritmo indesmayable donde las escenas de acción se suceden sin descanso en un «crescendo» de circo de tres pistas culminado con el derrumbamiento del puente sobre el río —el plano más caro de la historia del mudo, 42.000 dólares de la época—, prueba fehaciente de los méritos técnicos antedichos.
Prime Video dispone de una copia coloreada y sonorizada; ahora bien, y por suerte, esto último sólo en el caso de los ruidos ambientales. Lo primero le aporta un ribete de onírica irrealidad a una cinta eminentemente física y que sin duda resultaría muy del gusto de un Keaton que no les hacía ascos a ciertos matices surrealistas —vean, si no, la deliciosa «El moderno Sherlock Holmes» («Sherlock Jr.», 1924)—. Lo segundo refuerza el componente cómico de numerosos gags.
Escasamente apreciada en su día por una crítica y un público mediatizados por su oneroso coste y por la (relativa) proximidad de la Guerra de Secesión, «El maquinista de La General» fue un fracaso de taquilla, cayó en el olvido hasta los años cincuenta y supuso el inicio de una decadencia artística —Keaton nunca se adaptaría a la encorsetada lógica de los grandes estudios— y personal —ruina económica y alcoholismo— de su celebérrimo realizador. Afortunadamente, el tiempo pone a cada cual en su lugar; de modo que «El maquinista de La General» está hoy considerada, con justicia inapelable, entre las cien mejores películas jamás rodadas.
Carorpar
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