Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Aventuras. Drama Japón, Siglo XVI. Una aldea de campesinos indefensos es repetidamente atacada y saqueada por una banda de forajidos. Aconsejados por el anciano de la aldea, unos aldeanos acuden a la ciudad con el objetivo de contratar a un grupo de samuráis para protegerlos. A pesar de que el único salario es comida y techo, varios samuráis se van incorporando uno a uno al singular grupo que finalmente se dirige a la aldea. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
“Los siete samuráis” constituye una de las obras maestras de Akira Kurosawa; sin embargo, en ella sus rasgos estilísticos más llamativos, progresivamente perfeccionados hasta alcanzar su cénit en “Yojimbo” (ídem, 1961) y que Sergio Leone traduciría en gloriosa mistificación a los códigos del (Spaghetti) Western, vienen todavía entreverados de un clasicismo en buena medida heredado de su admirado John Ford.
Ahora bien, el antihéroe encarnado por un Toshiro Mifune absolutamente pasado de rosca —pocos actores he visto que se rasquen con tan sarnosa porfía— se acerca más a Eli Wallach que a John Wayne. En un inaudito ejercicio de carisma, convierte a Kikuchiyo, personaje a priori secundario —el donaire o gracioso del teatro clásico—, no ya en el alma de la fiesta, sino en el verdadero centro de gravedad de la acción, apoderándose de cada plano y jibarizando, cuando no canibalizando sin piedad, las interpretaciones de sus compañeros.
Asimismo, cuesta sustraerse a la comparación con “Los siete magníficos” (“The Magnificent Seven”, 1960), estupendo remake a cargo de John Sturges. Con todo, alienta en la mítica cinta de Kurosawa una voluntad de fresco histórico —manifestada a las claras en su duración: casi tres horas y media que arredrarán a unos cuantos “millennials”— y un espíritu tragicómico de raíz shakesperiana de los que carece la versión de Sturges, indudablemente divertida, sí, pero mucho más superficial. También el “tempo” es muy diferente, porque distintas son las cinematografías —y la cultura y la idiosincrasia en general— a un lado y otro del Pacífico, con independencia de las antedichas improntas cruzadas, y eso que Kurosawa no se cuenta, precisamente, entre los realizadores nipones más morosos.
En fin, este influyente cantar de gesta moderno daba carta de naturaleza a un fecundísimo proceso de retroalimentación, no sólo entre cines bastante más próximos de lo que hubiera cabido deducir de la enorme distancia geográfica, sino también con otras artes, tales que el manga y el kaiga en su caso, o el “fumetto” en el de Leone; así como a un creciente protagonismo de las bandas sonoras, cuya expresividad alcanzará cotas inenarrables en los “scores” de Ennio Morricone, igualmente anticipados por las partituras de Masaru Sato, compositor de cabecera de Kurosawa tras la repentina muerte de Fumio Hayasaka, firmante de la peculiar música de “Los siete samuráis”.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow