Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Bélico. Drama En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.
14 de agosto de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
Si por algo se recuerda “Senderos de gloria” (“Paths of Glory, 1957), extraordinaria aproximación del maestro Stanley Kubrick al horror de la I Guerra Mundial, es, además de por su desgarrado alegato antibelicista, por el impecable —e innovador— uso del travelling para retratar la claustrofóbica sensación que produce estar metido en una trinchera. Aprovechando los avances habidos desde entonces, Sam Mendes explota la veta abierta por Kubrick hasta casi hacer de ella el objeto principal de su visión de aquellos hechos luctuosos y, definitivamente, muy poco heroicos.
En efecto, “1917” se erige en un homenaje a dicha técnica, especialmente difícil cuando se emplea para rodar largos planos-secuencia en escenografías de grandes dimensiones y recorridas por cientos de extras, como es el caso. No en vano uno de los mejores cineastas de su generación —responsable de títulos de la talla de “American Beauty” (ídem, 1999) y “Camino a la perdición” (“Road to Perdition”, 2002), entre otras—, Mendes le añade además su impronta personal, consistente en una progresividad espacio-temporal, de modo que la cámara parece recoger a los personajes en la pacífica retaguardia para trasportarlos a la línea del frente, pasando por el dédalo de zanjas (súper) pobladas de carne de cañón a la espera del fatídico momento de saltar a la tierra de nadie, lo más próximo al infierno que ha experimentado el género humano.
Curiosamente, es una vez fuera de la trinchera —aberrante metáfora del protector seno materno— que el objetivo de Mendes despliega sus ambiciosos movimientos con total esplendor. La escena nocturna en ese pueblo en ruinas sólo iluminado por las llamas y las bengalas constituye un prodigio visual pocas veces emulado —especialmente durante los últimos tres lustros, pródigos en cromas y, sin embargo, ayunos de imaginación— y un monumento a la profundidad de campo y al manejo de la distancia focal. Por si fuera poco, Mendes incorpora texturas expresionistas a las consabidas “hazañas bélicas”, con un resultado no sé si más sugestivo que aterrador o viceversa: cuando vemos aparecer esa figura al contraluz del incendio sin saber si es amigo o enemigo, el cuerpo nos pide echar a correr como alma que lleva el Diablo, igual que al sufrido protagonista, un George MacKay que se gana una medalla, claro, y también unas largas vacaciones, o directamente la jubilación anticipada. Porque el pobre recibe hasta en el carné de la biblioteca. Ni Leonardo DiCaprio en “El renacido” (“The Revenant”, 2015).
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow