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Voto de VENIMOS LOS JODIMOS Y NOS FUIM:
7
Drama Santa (Lupita Tovar) es una humilde muchacha de una belleza inusual que vive feliz con su familia en Chimalistac, un pequeño poblado al sur y a las afueras de la ciudad de México. Su gran belleza hace que los hombres se fijen en ella, y así ocurre con Marcelino (Donald Reed), un soldado que la seduce y después la abandona. A partir de esta situación, la joven sufrirá la pena de ser expulsada de su hogar por sus ofendidos hermanos ... [+]
1 de septiembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este recuento de las tragicas vivencias de Santa, la joven prostituta de Chimalistac, ha sido una de las historias más retomadas por parte del cine mexicano, con 5 versiones del asunto hasta el momento: la película muda de 1918, la versión de Norman Foster protagonizada por Esther Fernandez de 1942 (sin duda, la más lograda), otra protagonizada por Julissa en 1969, y la más reciente, Latino bar de 1991. (La cuál, por cierto, resultó un severo fracaso tanto por parte de la crítica como en la taquilla, lo que marcó el retiro por más de una década del director Paul Leduc.) Si bien es cierto que ya con anterioridad se habían llevado a cabo en nuestro país logrados experimentos sonoros (como la reproducción simultanea de discos conteniendo la banda sonora y algunos parlamentos durante la proyección del film), entre sus otras virtudes, (pocas, pero las tiene) el principal interés de la cinta de Antonio Moreno radica en que ésta segunda adaptación de la "poeticamente" tremendista (y misógina) novela de Federico Gamboa, esta considerada la primer película totalmente sonorizada (mediante la grabación directa de música, ruidos ambientales y diálogos sobre la cinta) del cine mexicano. Estrictamente hablando, no se trata de ninguna gran película. Cualquier espectador puede notar a leguas la poca pericia de Moreno en la dirección de actores, (en lugar de conmover, Carlos Orellana provoca risas con su encarnación del ciego Hipolito) y aunque la concepción misma de Santa fué la de servir como una respuesta al nefasto "cine hispano parlante" hollywoodense, la gran paradoja es que se ve aquejada por los mismos "detalles" molestos de aquel (la delirante mezcla de acentos argentinos, cubanos, mexicanos, españoles, étc), lo que le da al "tragico" asunto un aire de chunga involuntaria). A pesar de sus errores, no se le puede negar al film la importancia de haber significado el inicio del establecimiento definitivo de la industria filmica del país, ni de ser el punto de arranque de uno de los géneros mas socorridos (y exitosos) del cine mexicano de la época. (la obra maestra de esta corriente vendría apenas dos años después con La Mujer del Puerto, de Arcady Boytler.) De aplausos, la obscura y decadente belleza de algunas de las imágenes debidas a la lente de Alex Phillips (las escenas en el interior del burdel son de un verismo impresionante) así como la presencia de Lupita Tovar.
VENIMOS LOS JODIMOS Y NOS FUIM
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