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Voto de Feisal:
2
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7.019
Drama
Inglaterra, siglo XVI. La reina Isabel I Tudor (Cate Blanchett) debe enfrentarse no sólo a la traición de su propia familia, sino también a los conspiradores que tratan de arrebatarle el trono. Isabel es consciente de lo beneficioso que es para la Corona inglesa el hecho de que el Rey de Inglaterra sea, al mismo tiempo, el jefe supremo de la Iglesia Anglicana. El Acta de Supremacía de 1534, promulgada por su padre, Enrique VIII, había ... [+]
18 de marzo de 2009
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todos es sabido los ingleses siempre han tenido una capacidad impresionante para reescribir la Historia a su antojo, a glorificar hasta el hartazgo sus más grandes leyendas, y a correr un tupido velo sobre ciertos episodios vergonzosos de su gloriosa historia. Y en esta tarea, España y los españoles siempre hemos recibido nuestra ración de desprecio y olvido; y el cine no ha sido ajeno a esto, habiendo habido películas de aventuras sobre piratas ingleses buenos y nobles que luchaban por la libertad contra fanáticos y feos españoles. En fin.
Lo más sorprendente es que en pleno siglo XXI, en una Europa moderna, multicultural y abierta (al menos, es lo que nos quieren hacer ver), aun sigamos con éstas. Porque lo que ocurre con la película que nos ocupa no es ni más ni menos que la misma historia (Historia, más bien) contada sesgadamente con el mismo estilo sesgado y maniqueo de siempre. "Elizabeth, la edad de oro" nos lleva a la segunda mitad del siglo XVI, cuando España dominaba con su imperio el mundo y hacía más enemigos que nunca. En Inglaterra reina Isabel Tudor, que reinó durante 44 años, y llevó a su país a un esplendor cultural (que no económico, pues la guerra contra los españoles resultó muy cara). Hasta aquí, la Historia. La película, desvergonzadamente y disimulándolo todo con un fastuoso, grandilocuente y excesivo diseño de producción; borra todo lo anterior y recrea una Guerra de las Galaxias en el siglo XVI: a saber, un malvado imperio donde todos visten de negro, son fanáticos católicos y viven bajo el yugo de un rey diabólico, estúpido, ignorante y cojitranco que quiere acabar con Inglaterra, luz de Occidente y faro de la esperanza para la libertad y el progreso, regida bajo la maternal y sabia mano de la Reina Virgen, Isabel, quien con su inteligencia, atractivo, sabiduría y valentía, encenderá el valor y el ánimo en los corazones de sus súbditos. Dejando la guasa aparte, la película es una tomadura de pelo para quien tenga una mínima noción de Historia, y la verdad es que no se sabe muy bien si hay que tomárselo a coña o cabreándose.
En lo referente a los aspectos formales, la película es lujosa en cuanto a vestuario y decorados, pero esos picados y contrapicados en los parlamentos importantes de los protagonistas, esa música "a lo Vangelis", y esos efectos digitales lastran definitivamente el cotarro. Todo es tan tópico y tan reinterpretado que la alucinación (o el cabreo) no permiten fijarse en los esbozos psicológicos de los personajes, sacados directamente de cualquier película de aventuras de los 40: la Reina sufre porque ama al bravo, intrépido y aventurero pirata Walter Raleigh, que ama a una de sus damas de compañía. Entre amores y amores, los fanáticos y feos españoles se conjuran para sumir a Europa y al mundo en las tinieblas, por lo que la dulce Reina se pone su armadura (menuda escenita la de la arenga a lo William Wallace) y guía a su pueblo a la gloria. Lo demás, es Historia (reescrita)
Lo más sorprendente es que en pleno siglo XXI, en una Europa moderna, multicultural y abierta (al menos, es lo que nos quieren hacer ver), aun sigamos con éstas. Porque lo que ocurre con la película que nos ocupa no es ni más ni menos que la misma historia (Historia, más bien) contada sesgadamente con el mismo estilo sesgado y maniqueo de siempre. "Elizabeth, la edad de oro" nos lleva a la segunda mitad del siglo XVI, cuando España dominaba con su imperio el mundo y hacía más enemigos que nunca. En Inglaterra reina Isabel Tudor, que reinó durante 44 años, y llevó a su país a un esplendor cultural (que no económico, pues la guerra contra los españoles resultó muy cara). Hasta aquí, la Historia. La película, desvergonzadamente y disimulándolo todo con un fastuoso, grandilocuente y excesivo diseño de producción; borra todo lo anterior y recrea una Guerra de las Galaxias en el siglo XVI: a saber, un malvado imperio donde todos visten de negro, son fanáticos católicos y viven bajo el yugo de un rey diabólico, estúpido, ignorante y cojitranco que quiere acabar con Inglaterra, luz de Occidente y faro de la esperanza para la libertad y el progreso, regida bajo la maternal y sabia mano de la Reina Virgen, Isabel, quien con su inteligencia, atractivo, sabiduría y valentía, encenderá el valor y el ánimo en los corazones de sus súbditos. Dejando la guasa aparte, la película es una tomadura de pelo para quien tenga una mínima noción de Historia, y la verdad es que no se sabe muy bien si hay que tomárselo a coña o cabreándose.
En lo referente a los aspectos formales, la película es lujosa en cuanto a vestuario y decorados, pero esos picados y contrapicados en los parlamentos importantes de los protagonistas, esa música "a lo Vangelis", y esos efectos digitales lastran definitivamente el cotarro. Todo es tan tópico y tan reinterpretado que la alucinación (o el cabreo) no permiten fijarse en los esbozos psicológicos de los personajes, sacados directamente de cualquier película de aventuras de los 40: la Reina sufre porque ama al bravo, intrépido y aventurero pirata Walter Raleigh, que ama a una de sus damas de compañía. Entre amores y amores, los fanáticos y feos españoles se conjuran para sumir a Europa y al mundo en las tinieblas, por lo que la dulce Reina se pone su armadura (menuda escenita la de la arenga a lo William Wallace) y guía a su pueblo a la gloria. Lo demás, es Historia (reescrita)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En fin, no da para más este telefilme de lujo, puesto que ni las interpretaciones son destacables (Cate Blanchett siempre está correcta, Geoffrey Rush ídem, Clive Owen está para matarlo con su recreación del pirata Raleigh como si de Errol Flynn se tratase), pero a Jordi Mollà habría que pedirle explicaciones por esa risible interpretación, vocecilla de pito incluída, de Felipe II, a quien convierte en un cruce entre Chiquito de la Calzada y Darth Vader. Carcajeantes escenas, las de ese plano final picado, mostrando a Isabel sobre un inmenso mapa de Europa, mostrando quien era la luz del continente; y también la de la batalla contra la Armada Invencible, que no fue tal en realidad, ya que el mal tiempo hizo zozobrar a la mitad de las naves frente a las costas de Irlanda, por lo que esa batalla espectacular ganada por la valentía y arrojo de los hijos de la Gran Bretaña... ná de ná. En definitiva, alucinante recreación del siglo XVI para quien guste de leer Historia, que en este dichoso país nunca está de moda.