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7
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Ciencia ficción. Terror
Tras conseguir escapar con Newt y Bishop de un planeta alienígena, la teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver) recala accidentalmente en Fiorna 161, una remota cárcel galáctica cuyos peligrosos reclusos están absolutamente abandonados a su suerte. (FILMAFFINITY)
4 de abril de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película a película, sin hacer demasiado ruido, David Fincher se está labrando una carrera más que prestigiosa, en la que ninguna película sobra, y prácticamente todas ellas son ejercicios de auténtico maestro a la hora de crear atmósferas e historias que encajen como un guante en esas atmósferas. Algunas de ellas, como "Seven", "Zodiac" o "El curioso caso de Benjamin Button" rozan la maravilla y la perfección, y ninguna se parece a las otras. Por eso, no deja de ser curioso que el debut de Fincher en la dirección fuera en medio de una de las sagas más famosas del cine, la del oscuro asesino espacial que surgiera de la enfermiza imaginación de H.R. Giger y de la poderosa inventiva visual de un Ridley Scott en su apogeo (su "Alien" llegó tras "Los duelistas" y antes de "Blade Runner", nada menos). En 1992 la saga no parecía que tuviera nada más que ofrecer, tras ese brillante espectáculo de acción espacial que el mejor James Cameron ochentero nos ofreció en la continuación de la obra maestra de Scott. Es evidente, claro está, que los productores de la Fox querían seguir estrujando a la gallina de los huevos de oro de la saga, de modo que, tras tantear a varios directores (Renny Harlin entre ellos), Fincher se encontró al frente de la nueva entrega. Un Fincher que, como se vio después, tenía un universo personal, un estilo visual nuevo que podía encajar perfectamente en el universo Alien. El director se entregó a fondo, y con el beneplácito de la protagonista y a la vez productora, Sigourney Weaver, tomó la continuación de la historia, donde Ripley y los supervivientes de la película anterior partían al espacio en estado de hibernación, y los hizo estrellarse en un oscuro planeta inhóspito, sede de una cárcel de máxima seguridad donde los presos más peligrosos pululaban por oscuros corredores, entregados a la extracción de mineral, y únicamente controlados por un capataz autoritario y una especie de líder religioso. Semejante argumento daba pie a que Fincher desplegara su posteriormente demostrada querencia por las atmósferas opresivas, decadentes y casi asfixiantes, reflejos de una misma sociedad o grupo humano igualmente decadente y asfixiante. Esto lo llevaría al infinito con "Seven", pero aquí ya mostraba parte de sus cartas utilizando esa cárcel y a ese grupo de violadores y asesinos rapados, jadeantes por ver a una mujer después de años y desquiciados por las soflamas religiosas de su profeta, para mantener un continuo estado de tensión latente y de peligros tras cada esquina. Hasta el único personaje aparentemente amable, como es el del médico interpretado estupendamente por el actor británico Charles Dance, tiene un lado inquietante.
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Durante la primera media hora, casi nos olvidamos que es una película más de Alien, hasta que el adorable alienígena hace su aparición (en una de las mejores escenas de la película, con un montaje paralelo entre el nacimiento del alien y la cremación de los cuerpos de los compañeros de Ripley).
Lo mejor de la película, sin duda, es el estilo visual de Fincher, diferente a los de Scott y Cameron, pues la película tiene un montaje y unos planos sencillamente soberbios, además de una fotografía oscura y tenebrosa perfectamente conseguida. Es significativo también que Fincher, a día de hoy, no quiera saber nada de esta película, sobre todo tras los obstáculos que, parece, le fueron poniendo los productores, ansiosos por lograr un producto veraniego de acción y fácil de consumir por el americano medio. También es gracioso comprobar como, en el extenso making of de la película, todo el mundo parece lavarse las manos y mirar para otro lado sobre esta cuestión. En fin.
Quizá, en determinados momentos, a la película se le echa en falta algo más de coherencia entre los planos (sobre todo en su versión cinematográfica, en la versión extendida del DVD el ritmo mejora) y las secuencias, y cuando se piensa en ella, se recuerda más escenas sueltas que el todo. Lo que importa es que Fincher logró una muy meritoria película sombría y tenebrosa, claramente deudora del Alien de Scott, por momentos desquiciada y en tensión, con escenas ya para el recuerdo, como las persecuciones frenéticas, maravillosamente rodadas, por los túneles de la cárcel, con puertas abriéndose y cerrándose mientras el alien aparecía y desaparecía. O escenas como la autopsia de Newt, la breve reconstrucción de Bishop, el primer ataque del alien al médico y el final, ese polémico y grandioso final con Ripley dejándose caer al fuego. Muy meritorio el trabajo de los actores, aparte del mencionado Dance. Sigourney Weaver le tiene cogido el punto a su personaje, pero Charles S. Dutton, Brian Glover y la caterva de presos histéricos no le van a la zaga. El diseño y la música de Goldenthal son excelentes, y contribuyen decisivamente a crear la atmósfera de la película. Lástima de los montajes y los problemas que tuvo en su día, que mermaron la calidad de la película y su fama, pero el tiempo está poniendo en su lugar a un filme que es un referente en el cine de ciencia-ficción de los 90. Tras su estreno, Fincher fue labrándose una carrera magistral, mientras que la saga de Alien acabaría con el despropósito que es "Alien: Resurrección", una locura que nunca debió ver la luz y que nunca tuvo que dirigir Jean-Pierre Jeunet. De momento, la saga está hibernando. Veremos si Ridley Scott es capaz de revivirla con la precuela de su propia película de 1979.
Lo mejor de la película, sin duda, es el estilo visual de Fincher, diferente a los de Scott y Cameron, pues la película tiene un montaje y unos planos sencillamente soberbios, además de una fotografía oscura y tenebrosa perfectamente conseguida. Es significativo también que Fincher, a día de hoy, no quiera saber nada de esta película, sobre todo tras los obstáculos que, parece, le fueron poniendo los productores, ansiosos por lograr un producto veraniego de acción y fácil de consumir por el americano medio. También es gracioso comprobar como, en el extenso making of de la película, todo el mundo parece lavarse las manos y mirar para otro lado sobre esta cuestión. En fin.
Quizá, en determinados momentos, a la película se le echa en falta algo más de coherencia entre los planos (sobre todo en su versión cinematográfica, en la versión extendida del DVD el ritmo mejora) y las secuencias, y cuando se piensa en ella, se recuerda más escenas sueltas que el todo. Lo que importa es que Fincher logró una muy meritoria película sombría y tenebrosa, claramente deudora del Alien de Scott, por momentos desquiciada y en tensión, con escenas ya para el recuerdo, como las persecuciones frenéticas, maravillosamente rodadas, por los túneles de la cárcel, con puertas abriéndose y cerrándose mientras el alien aparecía y desaparecía. O escenas como la autopsia de Newt, la breve reconstrucción de Bishop, el primer ataque del alien al médico y el final, ese polémico y grandioso final con Ripley dejándose caer al fuego. Muy meritorio el trabajo de los actores, aparte del mencionado Dance. Sigourney Weaver le tiene cogido el punto a su personaje, pero Charles S. Dutton, Brian Glover y la caterva de presos histéricos no le van a la zaga. El diseño y la música de Goldenthal son excelentes, y contribuyen decisivamente a crear la atmósfera de la película. Lástima de los montajes y los problemas que tuvo en su día, que mermaron la calidad de la película y su fama, pero el tiempo está poniendo en su lugar a un filme que es un referente en el cine de ciencia-ficción de los 90. Tras su estreno, Fincher fue labrándose una carrera magistral, mientras que la saga de Alien acabaría con el despropósito que es "Alien: Resurrección", una locura que nunca debió ver la luz y que nunca tuvo que dirigir Jean-Pierre Jeunet. De momento, la saga está hibernando. Veremos si Ridley Scott es capaz de revivirla con la precuela de su propia película de 1979.