Obra maestra absoluta y cumbre del género bélico. La historia, ambientada en la decisiva batalla de Stalingrado (hecho que significó la paralización del avance alemán en el frente ruso de la Segunda Guerra Mundial), supone una apocalíptica visión del conflicto, en la cual el hombre avanza hacia su destrucción, mientras sufre un alucinante proceso catártico, que transforma el odio y la indiferencia hacia el enemigo, en desolación, vacio y finalmente deseo de autoinmolación como única salida posible a toda esa barbarie sin sentido.

La película a pesar de su indudable calidad, ha sido poco valorada, especialmente por tratarse de un film bélico poco común, donde la aventura y el romance dejan paso al drama y el horror más absoluto, y la narración acelerada y frenética habitual en este tipo de cine se convierte en una estructura ascendente en la que el ritmo se manifiesta a través de la progresiva trasformación de los personajes, que dejan a un lado la historia que se cuenta para convertirse en la base de la película. Todo ello culminado por uno de los finales más soberbios y sobrecogedores de la historia del cine, en el cual el hombre encuentra la nada al concluir el camino de la locura.