Cinco años después de que Patrick Swayze nos encandilara a todas con sus movimientos de caderas, rodaron “Pasión por el triunfo” (de nombre original “El filo” pero ya se sabe que los traductores hacen la guerra por su cuenta)

Historia de una adinerada y prepotente patinadora que sueña con ganar el oro en las olimpiadas de invierno. Debido a su mal carácter sus parejas artísticas no pasan mucho tiempo a su lado, su manager decide entonces, contratar a un ex campeón de hockey retirado por una lesión y casi en la ruina, para que haga las veces de partenaire.

Las primeras clases son un desastre por las continuas peleas entre ambos, pero poco a poco se convertirán en inseparables y surgirá algo especial entre ellos…

¿A alguien le suena el argumento?

Como diría el gran Homer Simpson: “¡Me abuuuurrooo!”

¡Pero qué historia tan manida y qué estupidez detrás de otra.

Lo primero, a la niña lo que hay que darle es cuatro sopapos bien dados.

Lo segundo, pensar que un ex jugador de Hockey venido a menos en cosa de un año (aunque entrene 15 horas al día) se va a convertir en la Pavlova del patinaje sobre hielo es reconocer bien poco la labor de todos los patinadores que desde su más tierna infancia llevan haciendo piruetas sobre hielo.

Lo tercero: Que dos seres tan dispares en cosa de unos meses pasen del odio al amor más profundo, de una manera tan absurda, es poco menos que irrisorio,


Quedáis advertidos, yo seguiré prefiriendo ver a Patrick Swayze diciendo frases eternas como “Nunca permitiré que te arrinconen Baby”