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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Thriller. Terror Adaptación de la novela homónima de Henry James.Tras abandonar el seminario jesuita de Loyola, Roberto, por medio del párroco de su pueblo, encuentra trabajo como preceptor de dos niños huérfanos, sobrinos del conde de Echebarria.
6 de abril de 2010
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejándose esta vez de sus habituales docudramas sociales y de sus crónicas urbanas de adolescentes marginales, Eloy de La Iglesia aborda a mediados de la década de los ochenta esta particularísima versión de la célebre novela de Henry James Otra vuelta de tuerca. Debemos estar sin duda ante la adaptación más kitsch y sui generis de cuantas se hayan hecho del clásico británico a lo largo de la historia, tal es el tratamiento que en todo momento adquiere éste en manos del director vasco.

De La Iglesia no duda en hacer suyo el texto literario introduciendo algunos cambios significativos en su film. El escenario al que se nos traslada por ejemplo ya no es aquella misteriosa mansión de Bly en la que se desarrollaba la acción de la novela original sino que es ahora un regio caserón situado a orillas de la costa cantábrica. Asimismo los nombres de los protagonistas ya no son Mr Quint o Mrs Jessel sino los más reconocibles Don Pedro y Doña Cristina.

Con todo, el cambio más notable es el que se produce en relación al cambio de sexo del personaje principal que en la novela de James era una mujer y en esta versión cinematográfica es un hombre, hecho éste que trastoca por completo el sentido de la obra original. Añádase el detalle además de que nuestro joven protagonista es un ex seminarista que acaba de abandonar la orden de los jesuitas y al que nada más arrancar la película encontramos sumido en un mar de dudas – y no solamente de tipo religioso.

Durante algunos años hubo una tendencia casi generalizada en este país a ningunear la figura de Eloy De La Iglesia y a denostar todas y cada una de sus películas. Parece, no obstante, que en los últimos tiempos se empieza a hacer justicia y comienza a reivindicarse a un cineasta valiente e irrepetible cuyo legado cinematográfico presenta además un incalculable valor sociológico.

Más que como un ejercicio de valentía y de transgresión, esta versión de Otra vuelta de tuerca podría interpretarse como un auténtico exorcismo. De La Iglesia utilizaba el cine y sus películas como un instrumento para sacudirse de sus propios fantasmas y demonios. Fue el precio que tuvo que pagar como autor de una obra apartada de convencionalismos y de discursos políticamente correctos en una época muy determinada. El fantasma de la represión en todas sus vertientes – social, religiosa, sexual- se movía con especial soltura en una obra como la de De La Iglesia. Nada mejor que una historia de fantasmas para, mediante otra vuelta de tuerca, intentar ahuyentarlo.
Juan Solo
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