De entrada, es de agradecer que esta historia haya acabado siendo el argumento de un documental y no de un film de ficción “basado en hechos reales”. Hay ocasiones en las que simplemente la realidad supera cualquier ficción y no hay más. Como dice uno de los protagonistas de la cinta nada más empezar, esto que les vengo a contar ahora les podrá parecer increíble, desde luego si me lo hubiesen venido a contar a mí me lo hubiese parecido, pero da la casualidad que me pasó a mí, así que…

En segundo lugar habría que dar las gracias también a la CNN y a la Channel Four por aunar esfuerzos para contarnos la historia de estos tres trillizos separados al nacer a comienzos de la década de los sesenta en Estados Unidos. La sorpresa y la alegría que supuso para los interesados inicialmente este descubrimiento dio paso luego al desconcierto y al estupor al querer indagar en los detalles reales que rodearon su caso. La sinopsis del documental no revela mucho acerca de estos detalles, y en cualquier caso, es mejor ir conociéndolos por uno mismo mientras se ve el film.

El mérito del británico Tim Wardle y de los responsables del documental es haber sabido trasladar al espectador ese mismo estupor y desconcierto que en su día debieron sentir los hermanos protagonistas. Manejando tanto material de archivo como dramatización de los hechos narrados y testimonios de quienes los vivieron en primera persona, la película mantiene un ritmo ágil y ameno gracias a una muy eficaz labor de montaje; al tiempo plantea interesantes – e inquietantes- reflexiones acerca de temas como la ética, la genética o la educación. La pregunta que lanza al aire el último de los testigos entrevistados y que sirve para cerrar el film te deja pensando un buen rato.