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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
6
7,8
8.098
Documental Tras el golpe de estado militar de 1965, el general Suharto ocupó el poder en Indonesia. A continuación llegó el genocidio: miles de comunistas, reales o presuntos, fueron asesinados por los escuadrones de la muerte indonesios. Unas décadas después, se les pide a dos de los más sanguinarios mercenarios de la época -ellos se hacían llamar "gángsters"-, Anwar Congo y Herman Koto, que participen en una película en la que recreen los ... [+]
21 de noviembre de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En realidad, tengo muy poco que rebatir a quienes consideran que esta pieza documental es una obra maestra. Supongo que como a ellos, a mí también se me han puesto los pelos como escarpias a lo largo de varios momentos ante lo que he visto y lo que he oído. Y ante lo que he intuido que casi es peor. Desde luego mucho más que lo que se cuenta horroriza cómo se cuenta, da auténticos escalofríos ver a ese matón septuagenario confesar a la cámara a cara descubierta los horrendos asesinatos que cometió en su juventud, y recrear con total normalidad los métodos que utilizaba en sus ejecuciones. Como si ya con el paso del tiempo hubiesen prescrito o tuviese que ser exculpado de ellos a causa de su avanzada edad. Pero hay crímenes que nunca deberían prescribir; la indecencia tampoco lo hace .Pobrecito mío, me acordé de la Tatcher suplicando clemencia por el anciano Pinochet cuando Garzón ordenó su encarcelamiento a finales de los noventa. Resulta verdaderamente obsceno observarle paseándose por el escenario de sus crímenes, bromear con quienes entonces eran sus superiores o manejaban la propaganda del régime que los sostenía y les obligaba a perpetrar las atrocidades que nos cuentan.

Hay también quienes tachan este film de inmoral. Y yo me pregunto ¿por qué? ¿dónde está esa presunta inmoralidad? Es francamente meritorio lo que han hecho estos dos señores Joshua Openheimer y Christine Cynn, marcharse a Indonesia, plantar allí su cámara y conseguir los testimonios de estas auténticas bestias pardas. Y mediante una macabra performance que mezcla realidad, ficción y pesadilla reflexionar sobre los orígenes del mismo mal. Alguien ha señalado con acierto los vínculos de la película con el monólogo final del coronel Kurtz/ Marlon Brando en el “Apocalipsis Now” de Coppola. Ya desde su propio título, el film plantea esa profunda reflexión de la que también será partícipe el espectador; su papel de voyeur simplifica y banaliza lo que supone en sí el acto de matar, lo sencillo que es quitar una vida, ya sea en el mundo real o en la ficción. La inmoralidad no está en la película, está en la propia naturaleza humana.

Mi baja valoración final de la obra no se debe pues a prejuicios de tipo moral ni nada por el estilo. Bien es cierto que vi la versión extensa de 159 minutos y se me hizo algo larga. La película contiene un mensaje lo suficientemente rotundo para que siga rondándote en la cabeza horas y hasta días después de haber salido de la proyección, independientemente de su metraje. La excesiva duración del film convierte en reiterativo ese mensaje y lo dispersa. Al menos en la versión que yo vi. Pero la película deja poso y da que pensar, de eso no hay duda.
Juan Solo
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