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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
5
Comedia. Drama Los tres hijos de una pareja que se acerca a su 50 aniversario de boda entran en shock cuando su madre pide el divorcio. (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
De vez en cuando está bien eso de practicar la desmitificación, sentir que uno es capaz de reírse de todo y de todos, hasta incluso de lo más sagrado. Y desde luego pocas cosas me parecen en el mundo más sagradas que el cine de Yasuhiro Ozu. En su película de 2013 “Una familia de Tokio” el veterano Yoji Yamada se acercaba de manera aceptable y respetuosa al peculiar universo cinematográfico del maestro a través de una versión actualizada de la emblemática “Cuentos de Tokio”. Ahora, cuatro años más tarde, Yamada vuelve con “Maravillosa familia de Tokio”, y le da la vuelta a la tortilla. Con los mismos mimbres de su obra anterior, con prácticamente todo su reparto y con un título casi idéntico, Yamada articula esta vez una comedia sentimental demasiado ligera y superficial, propensa más de lo deseable al trazo grueso.

En la película nos encontramos con una familia protagonista, tres generaciones de un mismo clan condenados a habitar bajo un mismo techo y a convivir con sus distintas peculiaridades e idiosincrasias. Hay hombres compartiendo sake y confidencias al calor del amor en un bar en la noche tokiota. Todo es demasiado reconocible y a la vez queda demasiado lejano, muy obvio y poco sutil. Por si a alguien no le queda del todo claro el asunto, uno de los personajes va y se pone en la tele el DVD de “Cuentos de Tokio”. Yamada no puede evitar la brocha gorda a la hora de dibujar a algunos de sus personajes y presentar la mayoría de las situaciones. Y así nos topamos con un cabeza de familia algo especial, una especie de Paco Martínez Soria en versión nipona (juro haber escrito mi comentario antes de leer a Jordi Costa), cuyo mundo se viene abajo el día en el que su mujer le anuncia su intención de pedir el divorcio. Lo que viene después se asemeja más a los supuestos de una “sit com” televisiva cutre de risas enlatadas que a otra cosa. Humor que linda a veces con lo pueril y el sonrojo (¿es necesario que algunos de los personajes sean tan, tan, tan ridículamente patosos?). Como se suele decir, se ve con la misma facilidad con la que se olvida. De momento, el maestro Kore-Eda puede seguir durmiendo tranquilo, de momento nadie va a arrebatarle el título honorífico de sucesor natural de Yasuhiro San.
Juan Solo
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