Engañado por estar basado en un relato corto de Ray Bradbury, caí en la trampa de sentarme a ver la película.

Como considero que perdí miserablemente 103 minutos de mi vida, no voy a perder media hora más escribiendo sobre ella, simplemente señalaré que el shock que me produjo ver el tupé albino de Ben Kingsley, sólo es comparable al que viví al descubrir los pelucones rubios de Richard Burton y Colin Farrell en sus respectivas versiones de Alejandro Magno.

Por lo tanto aprovecharé el espacio, sin que sirva de precedente, para unir mi voz y mi petición a los múltiples usuarios que demandan a los gestores de Film Affinity, un espacio/foro para establecer debates sobre críticas y películas, y evitar así el uso compulsivo de esta sección para cruzarse piropos, en el mejor de los casos, o insultos, cuando campan la intolerancia y la falta de respeto por las opiniones ajenas.

Gracias.