C. Bernhardt sortea todas las dificultades impuestas por las restricciones del cine mudo y consigue dar a la película una gran fluidez narrativa gracias a su notable habilidad para expresarse sólo mediante la imagen auxiliada por unos intertítulos espaciados y escuetos pero de oportuna y eficaz ubicación.
El juego de las miradas, la contundencia en la presentación y en el desarrollo de las situaciones y la magnífica interpretación de los protagonistas -sobre todo de F. Kortner y de M. Dietrich- confieren a la producción un incuestionable aire de trascendencia.
Y también el tratamiento riguroso de la acción, la gestión de la intensidad dramática y el sentido del ritmo se erigen en poderosos baluartes del director alemán.
Hay que recordar que el guión es de L. Vajda
Para no perdérsela.