Como un cuento de hadas, el relato que propone J.L. Rubio -guionista y director- adopta desde el principio una toma de partido de franca simpatía hacia el personaje.
El prurito histórico se reviste de los fastos, del boato y de la suntuosidad de la corte francesa de forma que la película se llena de exuberancias áulicas, de elegantes brocados y de alta joyería.
La labor de ambientación resulta excelente -y deslumbrante- en muchas escenas.
Se utiliza un sencillo lenguaje cinematográfico de manera que la historia fluye con la naturalidad de una vocación lineal. A ello también contribuye un acertado equilibrio de todos los elementos.
Y representa una magnífica oportunidad para disfrutar de un elenco integrado por grandes glorias del cine español.
Se ve con mucho agrado a pesar de que la trama no depara sorpresas.