La peripecia de unos animosos peces rojos en su humilde pecera puede resultar interesante como sencillo documental pero a Louis Lumiére se le debe exigir un poco más porque él si poseía los recursos económicos, los conocimientos teóricos y las destrezas instrumentales para abordar retos cinematográficos en los últimos años del siglo XIX.

Sin incurrir en apreciaciones de otra consideración, el principal valor de este corto encuentra su justificación en su sentido de la innovación, en lo original de la propuesta visual y en ese toque delicado y agradable que rezuma su breve metraje.

Da gusto verlo.