Filmada con elegancia de buen cineasta y con el cuidado de quien disfruta con la historia, la intensa trama argumental posee el encanto de las cosas sencillas y bien hechas.
Entre el misticismo y el crimen, entre lo hermoso y lo sórdido, entre el bien y el mal que disputan su lid eterna, A. de Córdova y S. Pinal adquieren compromiso con el relato y le confieren credibilidad, encanto personal y una dosis adicional de responsabilidad.

Se trata de una obra difícil y de cierto riesgo conceptual que podía quedar en nada o alcanzar la cima del todo.
Su mérito es su éxito.
Aunque permanezca olvidada.