La trama se desarrolla con dificultad, con falta de soltura narrativa de forma que los hilos de la superstición y del vampirismo se enmarañan para formar un tejido poco sutil en el que caben el hechizo de las fuerzas ocultas, el rito de la sangre y el olor de la maldición.
La película es lenta y, aunque el argumento muestra un indudable punto de interés, el guión no consigue extraer todo el potencial de un tema tan atractivo y con tantas posibilidades de encauzamiento.
Se queda a medio camino.
Ofrece escenas valiosas así como una actuación muy convincente a cargo de E. Santoni. A L. Bosé, en cambio, le cuesta asumir el papel de descendiente de la célebre E. Bathory.