En este tercer episodio de la primera temporada, los mejores auspicios iban cumpliéndose para delicia del espectador.
La habilidad en el desarrollo de los guiones de C. Exton, la excelente labor de dirección -en este caso a cargo de R. Rye- y el enorme acierto en la elección de D. Suchet para encarnar a H. Poirot, se habían convertido en sendos aliados para el éxito de la serie.
Y, por señalar una cuarta evidencia, debe destacarse que las adaptaciones de los relatos de A. Christie resultaban sobresalientes a pesar de no ceñirse fielmente al texto escrito por la autora británica.
Rigor, exquisitez, pulcritud y una enorme dosis de capacidad de fabulación obtenían rédito en forma de una producción extraordinaria.