Los puristas aseguran que nos hallamos ante una película de humor tirando a zafio, chabacano, algo hortera, procaz, trasnochado y, en todo caso, de escasa altura.
Sea.
Pero nadie puede negar que esta comedia dirigida por J.M. Delgado posee un ritmo envidiable, una vis cómica de inmejorable factura cinematográfica y una soltura proverbial que no respeta a tirios ni troyanos.

Añadiremos que en este caso la intrascendencia no representa menoscabo, la liviandad puede considerarse virtud, la ligereza libera al alma de pesadas cargas y que el humor no requiere complejos ardides teñidos de vanguardia e intelectualidad para convertirse en valor estimable.

No nos engañemos, si somos capaces de eliminar los prejuicios más atávicos, el redoble del tambor puede parecer música celestial.
En Calatañazor y en Madinaceli.