El baile desenfrenado y caótico de un esqueleto que pierde los huesos en el fragor de la danza es el motivo de esta filmación de L. Lumiére.
El sentido del humor y el dinamismo narrativo compiten por sobresalir en una película de cincuenta segundos que no permite un respiro al espectador porque desde la pantalla se le invita a prestar el máximo grado de atención.
Estamos ante la máxima expresión de la simplicidad de concepto unida a la complejidad formal en un ejercicio macabro que debió resultar para el público tan divertida como escalofriante.