La inocencia de una comedia ingenua, intrascendente y un poco anticuada puede convertirse en un importante hallazgo cinematográfico cuando los factores se alían.

Si la actuación de los protagonistas resulta sobresaliente por su dominio de la escena.
Si se cuenta con el concurso de una historia cotidiana, muy a ras de suelo, pero dulce y humana.
Si un ritmo narrativo ágil, resuelto y muy eficaz se convierte en inestimable hilo conductor de vidas, de famas, de anhelos y de zozobras.
Si un apunte de sinceridad, es verdad que algo cateto, lo impregna todo y se apodera de la pantalla.
Y si una fina descripción psicológica de los personajes delimita los márgenes de la acción no nos extraña que después de casi sesenta años de su estreno la película mantenga vigencia.